Lugar de leyendas, destino y partida de peregrinaciones, con una historia rica y agitada… el Monte, como le conocen los normandos, ofrece una de las imágenes más reconocibles en las fotografías de monumentos y paisajes. Está catalogado como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1979.
Fue en 1023 cuando el duque de Normandía Roberto II encargó al obispo de la cercana Avranches construir un monasterio sobre la roca, en la que ya desde comienzos del siglo VIII había una capilla y luego una pequeña iglesia.
La escarpada roca obligó a construir el monasterio en diferentes niveles: la iglesia, el refectorio y el claustro en la cima, mientras que las cocinas, la sala para homenajear a invitados ilustres, el “scriptorium”, las bodegas y otras dependencias están en distintos pisos inferiores, en una disposición única en una abadía medieval.
El lugar fue objeto de guerras entre los duques de Bretaña y Normandía, y durante treinta años fue sitiado por los ingleses durante tres décadas durante la Guerra de los Cien Años, en el siglo XV, aunque no pudieron tomarlo.
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Luego, entre los siglos XVI y XIX, sirvió de prisión para reclusos ilustres que los reyes o la Revolución querían mantener lejos de París.
Desde el principio y atraídos por la leyenda de que el propio arcángel San Gabriel se apareció en el 708 al obispo Aubert para pedirle que construyera un templo en su honor en el Monte, los peregrinos comenzaron a llegar.
Además, Mont-Saint-Michel se convirtió en punto de paso o de partida a los peregrinos a Santiago de Compostela por vía marítima o el camino terrestre de la costa atlántica.
El milenario se celebra con exposiciones, conferencias, representaciones artísticas o visitas nocturnas, dedicadas a mostrar la riqueza histórica y natural de un lugar único, en el que las grandes mareas (hasta quince metros de altura respecto a la marea baja) convierten al Monte en una isla varias veces al año.
En cambio, en marea baja, el lugar está rodeado de inmensos arenales que se pueden contemplar, en una visión majestuosa, desde la elevada plaza situada ante la entrada de la iglesia, coronada por una estatua dorada de San Miguel, que protege la bahía y sus habitantes desde unos 160 metros de altura.
Problemas ambientales y turísticos
Pero no todo ha sido positivo en este lugar, que parece salido de un cuento, con callejuelas estrechas y casas de aire medieval, que tiene hasta una pequeña capilla y un diminuto cementerio.
Y es que estamos en el séptimo destino turístico más visitado de Francia, con 2,9 millones de visitantes en 2022, pero es también el primero que está fuera de París. Esto supone una media de 7.912 personas diarias, que entran de forma gratuita por solo un portón que se abre en la muralla baja. Y en un lugar de menos de siete hectáreas, parte de las cuales no están construidas por su tortuosa orografía, la afluencia genera problemas.
Y solo 1,2 millones de los visitantes suben a la abadía, pues los demás prefieren quedarse solo un rato para pasear por las callejuelas y entrar en los negocios de hostelería y tiendas de recuerdos que dominan el pueblo, en el que apenas viven unas pocas decenas de personas.
El gran problema que vivió el Monte es que el dique con carretera que le unía a tierra desde 1879, y que llegó a tener hasta una vía de tren, cambió la circulación de las mareas y amenazaba con llenar de arena y fango el islote.
Fueron necesarios años de estudios y ensayos, más otro decenio de obras, para una solución que se inauguró en 2015: se eliminó el dique y se construyó una pasarela peatonal sobre pilotes, bajo la cual puede circular el agua.
Ahora solo se puede acceder a pie o por autobuses lanzadera eléctricos que inician su recorrido en un enorme aparcamiento tierra adentro.
Una vez asegurada la supervivencia del islote, las autoridades se lanzaron a intentar corregir, al menos en parte, el turismo masivo y rápido que apenas pasa unas horas en la roca. Para ello, se ha puesto en marcha una red de albergues rurales por la región, y se han creado o potenciado rutas a pie y en bicicleta.
Eso permite que los visitantes permanezcan más tiempo en la zona, disfrutándola a fondo y apreciando otros lugares y todos sus detalles.
Las rutas rurales incluyen el antiguo camino de peregrinos que se remonta a la Edad Media y partía de la catedral de Chichester, en Inglaterra, y tras llegar por barco a Barfleur baja por senderos hasta el Monte.
Cómo llegar, dónde quedarse, qué hacer en la zona
La inmensa mayoría de los visitantes acuden en lo alto del verano (junio, julio y agosto). En primavera y otoño no hay demasiada gente, ni siquiera los fines de semana. Lo principal es encontrar un momento con buen tiempo, algo que no es fácil pero posible.
En cuanto al transporte, llegar al Mont-Saint Michel no es tan fácil como a los destinos turísticos de las grandes ciudades, pero tampoco es tan complicado.
En primer lugar, está el automóvil, lo que requiere un viaje largo pero luego ofrece más flexibilidad de desplazamiento. Otra opción son los vuelos directos de Madrid a Nantes y ahí alquilar un vehículo, que solo habrá que conducir dos horas hasta el Monte.
Al estar nuestro destino en una zona muy rural, hay muy poco transporte público, pero desde París se puede tomar un tren especial que sale de la estación de Montparnasse y llega hasta Pontorson.