Me he dedicado en estos días a montarme en la guagua de la novelística nacional (algo que deberían hacer quienes se dedican a investigar cómo se construye la identidad cultural de una nación. Proceso donde el lenguaje, tanto el cotidiano como el literario, juega un papel fundamental como agente de socialización).
Dentro del conjunto llama la atención una novela que podría provocar la impresión de que República Dominicana es el prostíbulo del Caribe, porque casi toda su trama se centra en los descubrimientos “eróticos” de un niño y sus amigos, y en la vida de la madama que regenteaba el prostíbulo del pueblo.
Hay en esta novela, contabilizadas, 39 referencias a putas: “El día que nos hicimos adolescentes, nos habíamos ido donde la puta de todas las putas. La puta Filó y allí nos hicimos hombres”. Pág. 12.
Abundan, las pésimas construcciones gramaticales: “Cuando La Mujer se mandó, diciendo improperios y maldiciendo a la madre de Carlos, quien lo persiguió por varias cuadras sin poder alcanzarlo”. Ese “cuando” ¿hacia dónde conduce?
Despliegue de misoginia, esta confusa novela intercala capítulos sobre un “poeta” lascivo y promiscuo, como supuesto recurso de “modernidad”. Lean esta joya de la “alta literatura hecha obra de arte”:
“El poeta…muelea…ochenta vueltas alrededor de ese culito lindo recién salido de la ducha…Y, mordiendo pezones, se inclina…Es grande y ella lo siente caliente”. Pág. 46.
La misoginia se extiende a la justificación de las frecuentes violaciones que ocurren en su región: “Lo primero que ocupó su atención fue el perfil de Resbaloso: cinco pies, once pulgadas; negro (ojo) como la noche; desnudo, musculoso, “bien dotado para el amor. En esta descripción se detenían un buen rato las señoras que iban a poner la querella, al extremo de que Juanita la de Ulises, le confesó que cuando ese día la penetró por tercera vez, olvidó su propio nombre y sus apellidos, porque, decía ella, tenía un guevo que calmaba.
No solo los dolores… que enloquecía hasta el extremo de hacerla olvidar que había abierto sigilosamente la puerta”.
“Ahora, dijo el sargento Roche, todas (dicen que) han sido violadas”.
La pornografía se extiende al sexo con animales: “Y cuando le decíamos caballo…una vez nos dijo que dejáramos de relajarlo, que a fin de cuentas lo bueno de las yeguas es que alargaban el miembro”. Pág. 59.
Y, a la pederastia:
“El chulo Guarrón Duluc entró con una muchacha de la mano y se la presentó a la administradora del amor…Aún no había cumplido los trece años. “Todos los hombres querían poseerla y algunas mujeres sabían que era virgen y querían poseerla, sin saber cuál era el costo de montar esa potranca”. Págs. 71 y 72.
Las malas construcciones gramaticales continúan durante toda la narración:
“Entonces, se dio vuelta y vi sus nalgas de mujer, y el pelo que parecía un viejo hidalgo, salido de un libro de caballería”.
Abundan las referencias a acontecimiento sin mención previa: “Después de los trágicos acontecimientos de Las Siete Puertas”. ¿Cuáles? Y de anécdotas pedestres e ilógicas: ¿Se es niño cuando se entra a Secundaria?
Si hay un elemento recurrente en esta novela es la vulgaridad: …”Con el agravante de sorprender a los parroquianos hasta el extremo de salir corriendo o no volver a levantar el tolete”, pág. 90. Y, “otras veces (el supuesto poeta) la perseguía por toda la habitación con el glande en la mano, proponiendo que admirara la dimensión del sexo masculino”. Ibídem.
¿Quién es ese portento de “poeta”? El autor nos lo presenta con un mal construido despliegue de barato erotismo, que alcanza su clímax cuando se incluye en la novela y se declara “Poeta al estilo español: Miguel Ángel Fornerin”, y afirma que lo desteta, no detesta, imagino que de las ubres del mal gusto.
Y, ¡Oh sorpresa!, en esta novela abundan las tan criticadas sesiones de brujería en Bayaguana y San Juan de la Maguana, y las ceremonias de Vudú. Pág. 96.
Agotada por la pornografía, vulgaridad; asesinatos en serie -de mujeres-; las reiteradas violaciones -de mujeres- y el manejo de las supuestas proezas políticas de Carlos, el “marxista- leninista” militante del MPD que es mejor amigo del protagonista, me asombra que contamine su “impoluto legado” con el siguiente episodio:
“6.30 a.m. “Rose suspiraba debajo del guerrillero, que le había retribuido los polvos atrasados, que no había podido pagarle por su condición de guerrillero urbano y perseguido del gobierno”.
¿Qué se puede rescatar de esta novela?
Quizás la historia y evolución del omnipresente burdel del pueblo, episodio que también se contamina con este tributo a la pederastia:
“Muchas mujeres tuvieron que ser reemplazadas por tiernas angelitas venidas del Cibao”.
Toda la construcción de esta novela desemboca en el capítulo 22, donde el autor evidencia su real objetivo: Renegar de las ideas socialistas que alguna vez profesó; archiconocida práctica de muchos jóvenes populares que buscaron en la izquierda un acceso a la lectura, cultura, viajes, becas y profesiones que soy sustentan su renegacionismo. Y cito (pág. 147 y 148):
“¡Malditas sean las ideas que te han matado, hermano! … ¿Por qué los valores deben estar por encima del hombre?…Quién ha puesto en tu mente estas ideas, Carlos, de sacerdotes seculares, de religiosos siervos del gleba y enemigos del espíritu libre?
¡Que sea el hombre para Dios, el ángel sedicioso! ¡Que todo lo desestabilice con el silencio de su mirada: la moral, el sexo que la contiene, la sociedad, la mujer, la familia, el bien y el mal ¡Que solo sus deseos reinen en el concierto de su humanidad donde toca el tambor el gran dios Baco! ¡Que sea el hombre como él, fecundad, vino, bacantes y ebriedad, que sea la razón de la tierra! ¡Que se ate a ella, como el macho cabrío fornica!
…Juego como en carnavales a burlarme de una idea; de un dios, de una verdad que busca ser cierta. Encuentro en cada mujer el placer de algo que no puede ser mañana, que es hoy; creo que, en lugar del matrimonio debemos instaurar la rotación de cultivos”. (Nótese que ahora dejamos de ser objetos sexuales para convertirnos en cosas).
Que yo sepa, y algo sé, las batallas políticas (en el caso de esta novela contra la dictadura de Balaguer y su Banda Colorá; el asesinato de jóvenes de los Clubes Culturales; la persecución y exterminio del movimiento sindical; el asesinato de Amín, Amaury, Virgilio, y Caamaño, con el apoyo de quienes lo impusieron después del 1965), no se ganan con la lascivia, la misoginia y la pederastia; con el elogio de las miserias humanas.
Comienza a ganarse con el respeto a la dignidad de nuestros vivos y muertos, precisamente porque entendemos el profundo proceso de deshumanización a que los somete la miseria.
Por suerte, “Tu siempre crees que viene una guagua” circuló poco, o nada. Conseguirla fue una odisea, pero era necesario leerla para entender la “critica” a SIRENO de un autor, de quien toda mi práctica vital reniega.
¡Pobre Borinquén que hoy padece esta negación de Hostos y su Moral Social, y del rescate de la juventud que, junto con Salomé, se empeñó en legar a la sociedad dominicana!