En medio de la presente campaña electoral percibimos amenazas al municipalismo provenientes de varias fuentes. Las propias autoridades municipales, muchos con pretensiones de reelegirse, la provocan al causar frustración por incumplir responsabilidades de recoger y disponer basura; proveer agua, desagüe y drenaje; habilitar calles y aceras para circulación y estacionamiento de vehículos y peatones; proveer espacios abiertos para recreación y esparcimiento; funcionamiento de mercados, mataderos, cementerios; atención para superar socialmente barriadas mediante adiestramiento, oportunidades de trabajo, actividades artísticas y deportivas; alejando así delincuencia y tráfico de ilegalidades (sustancias, personas, armas y dinero).
Los partidos han postulado candidatos que dejan mucho que desear por la pobreza de sus planteamientos y pronunciamientos. Persisten temores por escarceos observados en el proceso electoral. La anulación de elecciones febrero 2020 pende cual espada de Damocles.
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El Presidente está en campaña apoyando candidatos de su partido que, de cualquier forma, debilita municipalismo. El alcalde que gane le deberá el favor al Presidente mermando su autonomía. El que pierda podrá exculparse de su derrota en el intervencionismo presidencial.
Voceros de entidad civiles, que propiciaron o aplaudieron separación de elecciones municipales de presidenciales en 1994, comienzan a denostar aquel esfuerzo y replantean reunificación.
Entonces se argumentaba que las elecciones separadas fortalecerían autonomía municipal y con ello capacidad de sus autoridades para cumplir obligaciones establecidas en las leyes.
Poco han honrado actuales incumbentes estas obligaciones. Se recuestan en gobierno central, reclamándole soluciones y recursos. Candidatos también lo plantean. Ambos contribuyen a cercenar autonomía.
La interacción de estos factores explica la falta de entusiasmo ciudadano para votar el próximo 18F. Afectada la concurrencia electoral, la abstención disminuiría legitimidad a funcionarios electos.
Si esto sucediera se estaría añadiendo otro golpe ¿mortal? al municipalismo. Disminuida la legitimidad dentro una autonomía cercenada, se acentuaría centralización; contraviniendo el deber ser de una sana administración del Estado.
Afectaría eslabón gubernamental de mayor contacto con la población para resolver sus urgencias básicas y apostataría pensamiento del forjador de la dominicanidad que llegó a concebir el municipalismo como un Poder del Estado.