Durante la pandemia fue la fiesta. Entre estado de emergencia, vacunas y el grito de independencia, cualquier otro asunto perdía importancia.
Comenzaron las inauguraciones de lugares inusitados en Naco. Ensanche que, aunque cada día pierde su esencia, intenta preservar espacios con esmero inútil.
Conciertos de los urbanos, ruidos, riñas, feroces sujetos con sus carruajes de fuego importunaban y continúan importunando en horas prohibidas. La indiferencia de las autoridades acompaña y apaña.
De manera subrepticia, emprendedores establecieron réplicas de sus empresas de diversión, ubicadas en otras demarcaciones, con público y comportamiento incluidos.
Basta mirar las aglomeraciones enfrente de las discotecas y restaurantes. Clientes con su hookah y papeletas en mano.
Entre Ferrari y Lamborghini, la oficialidad atenta, protegiendo propietarios y librando de todo mal a los parroquianos.
Así comenzó el florecimiento de plantas no endógenas en el tranquilo entorno que una vez fue ejemplo de urbanismo, gracias a la creatividad de Juan Bernal y José Amable Frómeta, los diseñadores de Naco en “La Arboleda”.
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Nada los ha detenido. Tienen patente de corso. Impunes e irreverentes, saben que son inasibles. Ayuda que, en las tablas de la ética del nuevo orden, sus acciones no caben.
En esa religión, con sus oficiantes estelares, no están “los calientes”. Los apóstoles de la ética son asépticos, no les gusta la sangre y jamás mencionan el narcotráfico. Nunca recuerdan a legisladores y funcionarios involucrados en comercios ilícitos. Omiten el caso de las curules vacías. Y cuando aluden esos percances, defienden la presunción de inocencia y la vigencia de los principios que pautan el debido proceso. Los nuevos conquistadores de Naco, proyectan aquello de plata y plomo y a los cívicos eso no les agrada.
Sus establecimientos funcionan sin control. Aunque para operar lavaderos de carros en zona residencial deben tener algún permiso. Disfrutan asimismo de licencia para difundir música estridente a las 5 de la mañana, también para auspiciar carreras de vehículos en la avenida Tiradentes.
El 17-06-2019, publiqué “La indefensión de Naco”.
Describía el desastre urbano y lamentaba el desdén de la Alcaldía al contenido de una carta, firmada por lugareños, denunciando el caos imperante en la circunscripción. El desprecio fue la respuesta y luego, la remisión a: “Cuido mi ciudad”. La Alcaldía escuchó como relinchos los reclamos.
El gobierno municipal conoce el perfil de los moradores de Naco. Secuestrados en sus calles intransitables, rehenes del desorden, de la inseguridad, la insalubridad, cautivos de la irrupción de negocios ajenos a las necesidades del sector.
Los problemas aumentan y usan engañifas para aquietar.
Por cada árbol talado un corte de cinta. La compensación tuvo su clímax, recientemente, con el remozamiento del parque “La Arboleda”.
El desafortunado incidente, ocurrido la madrugada del lunes pasado, en uno de esos despampanantes locales, ha provocado que algunos silencios comiencen a quebrarse.
Aunque los resabios lucen tan tardíos como fugaces. Hasta ahora el sigilo marca la investigación. Manejo impecable, sin filtraciones. EL acertijo es: Naco ¿impunidad o complicidad? No es lo mismo, pero parece igual. Mientras tanto, existen presagios de reaperturas estruendosas con ilustres compañías.