NARRATIVIDAD E IDENTIDAD RACIAL EN “YELIDÁ” DE TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO

NARRATIVIDAD E IDENTIDAD RACIAL EN  “YELIDÁ” DE TOMÁS HERNÁNDEZ FRANCO

Desde hace más de una década acuñé la noción de poesía fundacional* (Doris Sommer, 1993)para aquellos poemas extensos, generalmente épico-líricos, que buscan realizar una narrativa sobre aspectos que dan base a los discursos identitarios sobre la formación del colectivo dominicano y, aún más, de los azares de la formación de la República Dominicana como un proyecto liberal e independiente de toda dominación extranjera.

Este tipo de escritura aparece de manera constante en nuestra literatura y ha tenido distintos cultores, que van desde Salomé Ureña, con “Ruinas”; Pedro Mir, con “Hay un país en el mundo” y “Al portaviones “Intrépido”; “Yelidá”, de Hernández Franco; “Compadre Mon”, de Manuel del Cabral…Así como otros poemas más líricos o puramente líricos, y decididamente universalistas, como “Muerte en el ‘Edén”, de Héctor Incháustegui Cabral; “La criatura terrestre”, de Manuel Rueda…

También esta poesía fundacional la estudio junto al ciclo de poemas que se produce en torno a la Guerra de abril de 1965.

A “Yelidá” debemos concebirlo como un poema-épico lírico, tal como lo definió Spencer quien tomó esta noción de la preceptiva literaria y de los estudios filológicos. Es lírica en el sentido que da Aristóteles a la expresión del ‘distentio animis’ (Aristóteles, Agustín en Ricoeur 1983, I), una expresión de la sensibilidad, que el poema crea a través de un yo lírico o hablante ficticio, según los estudios de Roman Jakobson en “Lingüística y poética”. Y el concepto de épico, para la expresión de lo que ocurre fuera. En el sentido clásico del relato sobre el héroe de una comunidad, que se evade, crece y retorna para imponer una solución a los problemas que aquejan al colectivo.

Este relato queda en la memoria de la comunidad, se articula en momentos especiales, se reescribe y se relee conformando la narrativa identitaria y dando base a discursos como los de la identidad nacional, o la identidad racial, como es el caso del poema de Hernández Franco. En fin, el poema épico-lírico se encuentra enlazado con toda una tradición que va desde la cosmogonía de Hesíodo, los relatos del rey Arturo a los grandes poemas épicos…

Cuando leemos “Yelidá” notamos que hay aspectos que no concuerdan con el relato nacional o el racial de los dominicanos. En primer lugar, porque su espacio no corresponde a la tierra soñada por los dominicanos. Está al margen del relato de cierta dominicanidad como proyecto nacional. Por lo que el eje central del poema hay que buscarlo en la conformación del mestizaje racial: la formación de la cultura mulata.

En este aspecto concuerda, pero es una relación contradictoria. A pesar del esfuerzo que hizo Pedro Andrés Pérez Cabral en “La comunidad mulata” (1967), a pesar de la definición de la mulatez de Francisco Moscoso Puello en “Cartas a Evelina”, el dominicano no se asume, en general, como mulato;a pesar de la presencia del mestizaje en el Saint-Domingue en el siglo XVIII, los haitianos no han realizado su identidad como pueblo desde el mulatez, sino desde la negritud, y no podía ser de otra manera.

El mulato del Caribe, tanto el dominicano como el haitiano, fue despreciado por los blancos. Así lo consignan las crónicas francesas de la época. En el caso de Haití estos no fueron aceptados para la constitución de la Asamblea Nacional en Francia y los prejuicios de los blancos y la lucha de clase de los negros llevaron a la guerra dentro de la colonia y fueron puntales para el inicio de la guerra de independencia. El mulato era visto como un ser fronterizo desde el punto de vista racial y desde el económico.

La grandeza del poema de Hernández Franco estriba, por una parte, en reafirmar una identidad mulata, desde el espacio haitiano. El hecho de que esta no se diera en el dominicano, podría determinar que el relato de Hernández Franco se da en un paréntesis histórico y, como dice Héctor Incháustegui Cabral, se presenta en un espacio intemporal. Pero es una intemporalidad que puede leerse dentro del proceso de formación del Estado haitiano.

Otro aspecto importante del poema es la relación entre el canto y la narrativa. Ya hemos resaltado la capacidad de narrador de Hernández Franco, la reciedumbre de su prosa. Pero más allá, el retomar las vanguardias, en este caso no la del surrealismo francés que da base a “Cahier d’un retour au pays natal (1939)”, de Aimé Césaire; sino de la hibridez de la vanguardia ultraísta española que busca hacer un arte nuevo, recuperando la tradición poética. Téngase encuentala poesía popular, el neopopularismo de Alberti y Lorca.Es una búsqueda del material poético en el pueblo y en los grupos marginados.

De los textos que conforman el dossier de las OC, debemos tener presente las palabras inaugurales de Antonio Fernández Spencer, que va por la línea de la filología española y la literatura universal. Este sobrevuela por la obra de Hernández Franco sin detenerse como solía hacerlo en sus ensayos. Claro, su texto es la presentación en una antología (“Nueva poesía dominicana”, 1953). Dice Fernández Spencer: “Creo que en la poesía negra de los últimos años es el único poema de intención épico-lírica que existe.

No sé cómo este hecho no ha sido notado por ese buen conocedor de la lírica negroide que es Emilio Ballagas” (37). Ballagas, poeta y profesor universitario, es autor de «Situación de la poesía afroamericana», en “Revista Cubana”, vol. XXI, pp. 5-60, La Habana, enero-diciembre 1946, entre otros ensayos sobre el tema.

Por otra parte, Héctor Inchaustegui Cabral realiza una amplia indagación sobre el poema de Hernández Franco en la que lo coloca dentro de una corriente existencialista y enmarca su intención poética dentro del psicoanálisis: el problema del nacimiento como metafísica del origen.

Luego de realizar un relato identitario de la formación de la nación dominicana, el autor de “Canto triste a la patria bien amada”, pasa a presentar las ideas del trauma del nacimiento, según Otto Rank y luego hace una lectura del mito, según Joseph Campbell, que viene a ser una aplicación a la narrativa del mito del formalismo que aplicará Vladimir Propp en 1928 a los cuentos maravillosos rusos. Se busca ciertas constantes que darían base científica a una pretendida ciencia de la literatura. Método que da base al estructuralismo literario de los años sesenta.

El existencialismo cristiano en Incháustegui Cabral tiene una apuesta política en la que se suprime la acción social, debido a un determinismo que busca explicarse en los relatos bíblicos. Con el hombre no hay nada que hacer, porque su destino está determinado por el nacimiento.

Él vive expulsado del paraíso en su propia angustia y en el desconocimiento de su propia humanidad. Incháustegui Cabral nos invita a leer “Yelidá” a la vez que liga este poema a su “Muerte en el ‘Edén” (1951) y a “La criatura terrestre” (1963) de Manuel Rueda. En todos estos poemas más que la estructura mítica de Campbell ve el problema del nacimiento o del ser angustiado
(continuará).

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