De muy joven me gustaba la ciencia ficción. Cuando leer el pensamiento solo aparecía en las historietas de Superman, eso era ficción; todavía no se había hecho la película X-Men y otras que están más cerca de cruzar la frontera de la ficción para pasar a la realidad.
Nadie discute que se puede influir en la toma de decisiones de los humanos, que se manipula la mente y no de un solo individuo, sino también de conglomerados enteros para favorecer causas y tendencias económicas y políticas.
Los avances de la neurotecnología pueden conseguir lo que no era ni siquiera sospechado por los simples mortales, pero ya se han colocado dispositivos mediante los cuales se puede leer en las ratas y los monos su actividad cerebral y modificarla con el implante de imágenes para controlar su comportamiento -las ratas y los monos son con los que se experimenta todo lo que va a los humanos por los genes que compartimos-.
Aparte de esto, ya se comercializan unos dispositivos de neurotecnología que registran de forma óptica, mediante casco, la actividad cerebral, con lo que se pueden obtener patrones que permitan descifrar esa información y con neurotecnología invasiva e implantada se puede descifrar el habla y transcribir el pensamiento a ritmo de 100 palabras por minuto.
El neurobiólogo Rafael Yuste, impulsor del programa Brain Research Thrugh Advacing Innovative Neoruotechnologies, en España, asegura que “por primera vez se podrá ver lo que hay en la mente humana y cambiarlo. Pero solo debía hacerse por razones humanas. Los científicos proponemos regular de forma ética el uso de esos avances tecnológicos”.
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Yuste asegura que quedan 10 años por lo menos para leer la mente humana dentro de la cabeza y no fuera de ella.
Ante todos estos avances y las implicaciones éticas de seguridad del individuo, desde el punto de vista de los derechos humanos han surgido propuestas y directrices para evitar que el cerebro sea “hackeado”.
El proyecto Brain tiene como propósito estudiar el cerebro con fines medicinales, buscando resolver los problemas del Alzheimer, Parkinson y otras enfermedades cerebrales.
Pero como la naturaleza humana tiene dosis de perversidad, la comunidad científica entiende que debe existir regulaciones fuertes para evitar que los “enemigos de la humanidad” usen ese poder para dañar.
Es por esta razón que Chile se adelanto y tiene la primera ley mundial para proteger los “Derechos cerebrales”. Esta ley la impulsó el exsenador Guido Girardi, a quien conocimos el pasado año cuando visitó el país invitado por la FAO como expositor en el Primer Foro de Etiquetado Frontal.
Al referirse a la Ley ya aprobada en Chile, el médico y científico preciso que: “Esta iniciativa busca proteger la ultima frontera del ser humano: su mente”.
Explicó que el objetivo final de la norma será controlar la neurotecnología de lectura y escritura del cerebro, que pueden registrar los datos mentales de una persona y, en un futuro, modificarlos y agregar nuevos.
Proteger “derechos del cerebro” busca también resguardar la integridad física y psíquica del individuo para que ninguna autoridad pueda aumentar, disminuir o perturbar su integridad sin el debido consentimiento.
Aunque no con el consentimiento, los datos personales que implican hábitos de consumo, búsqueda de ofertas en el mercado, son manejados de manera grosera. Usted habla de algo que necesita y en breve las ofertas aparecen en sus redes.