El inicio de la violencia hacia la niñez en las familias está en las prácticas de crianza. La existencia de la legitimación del uso de violencia física, verbal y psicológica hacia la niñez y adolescencia con las denominadas “pelas” favorece a la permisividad del abuso infantil y a la reproducción de una lógica que identifica al niño, niña y adolescente como objeto y no como sujeto.
Junto al uso de la violencia en las prácticas de crianza se encuentran las violaciones sexuales y el incesto que tienen un fuerte arraigo histórico en nuestra sociedad desde la permisividad y legitimidad ejercida desde el poder patriarcal en las familias y en la estructura político-social de nuestra sociedad (Tiranía trujillista).
Muchas familias validan que los hombres dispongan de las niñas y adolescentes como objeto sexual aun cuando sean sus padres, hermanos, tíos y/o padrastros. Igualmente, la obtención de beneficios económicos con su entrega a hombres particulares en condición de matrimonio o para la explotación sexual.
Puede leer: Afecto versus buenas costumbres
Nuestra sociedad ha depositado en la familia como estructura social una responsabilidad de socialización y protección hacia la niñez y adolescencia que no necesariamente se cumple. Por el contrario, muchas familias no cuentan con el reconocimiento de los derechos de la niñez y adolescencia que se forja en su interior y por el contrario ven a niños, niñas y adolescentes como su propiedad.
Las prácticas de violencia al interior de las familias se remiten a toda nuestra historia social, y estaban totalmente normalizadas y aceptadas. Igualmente, las de incesto y abuso sexual.
La familia es (en muchos casos) el primer lugar de abuso físico, sexual y/o entrega de niños y niñas para explotación sexual y/o laboral. En ellas se reproducen las desigualdades de género, el ejercicio de poder masculino con secuelas de incesto y abuso sexual.
La ausencia de un régimen de consecuencias efectivo contra el maltrato infantil ha favorecido a su permisividad y continuidad. Los derechos de la niñez y adolescencia se desconocen y se niegan en nuestra sociedad.
La falta de un abordaje de los derechos de la niñez y adolescencia, así como de los derechos sexuales y reproductivos en nuestro sistema educativo provoca total desprotección de nuestra población infantil y adolescente que no cuentan con herramientas para enfrentar los riesgos de acoso y violaciones sexuales que viven cotidianamente en su familia y contexto social.
La identificación de casos de crímenes, violencia y abuso sexual contra la niñez como “aislados” e individuales niega sus raíces estructurales y la necesidad de cambios en imaginarios culturales que perpetúan el adultocentrismo y autoritarismo que permea toda nuestra sociedad.