Muchos piensan que lo que Putin busca es que Rusia vuelva a contar con los territorios que llegó a poseer cuando los zares y bajo el régimen soviético y que perdió a partir de la caída del Muro de Berlín cuando muchos de sus “satélites” como Ucrania, Polonia y Alemania del Este optaron por dejar el socialismo, pertenecer al Mercado Común Europeo y al sistema de defensa militar de la OTAN.
Pero es mucho más que eso, es un pleito, ahora militar, por el predominio mundial de las ideas democráticas y las totalitarias y que se inició con el control de Crimea y de parte de Ucrania y Georgia por los rusos. Es por eso que Putin es apoyado por regímenes no democráticos como China y Vietnam y en América Latina también cuenta con el apoyo no solo de Cuba, Venezuela y Nicaragua, sino también del Brasil de Bolsonaro, de El Salvador de Najib Bukele y de Bolivia.
En Centroamérica específicamente se da el fuerte contraste entre los dos países más sureños, Panamá y Costa Rica, más la República Dominicana, que han creado una troika y que ha recibido las felicitaciones públicas del canciller norteamericano Blinken y entre cuyos objetivos está lograr legislación que estimule el “friendly shoring”, o “near shoring” para que las zonas francas de estos tres países reciban inversiones que actualmente están en China y que se dedican a exportar a Estados Unidos. En contraste, el triángulo norte de Centroamérica con Honduras, El Salvador y Guatemala, más Nicaragua, es mucho menos amistoso hacia Estados Unidos y hasta el presidente Bukele está buscando arrendarles a los chinos una de las islas del Golfo de Fonseca. Bukele, cuyo país es uno de los tres de América Latina que está dolarizado, ha optado por adoptar la criptomoneda, algo con muy poco sentido.
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En estos momentos tan difíciles, en vez de una convergencia en América Latina sufrimos de polarización, pero una polarización con regímenes no democráticos y que coincide con una polarización igualmente no democrática en los propios Estados Unidos donde el gobierno de Trump ya nos mostró como la democracia puede echar para atrás y está por verse qué sucederá en las elecciones de noviembre y hasta dónde triunfe un Trump, amistoso con Putin. También está por verse el resultado de las próximas elecciones en Brasil y Colombia.
Para los dominicanos que vivimos bajo la dictadura de Trujillo las opciones son claras. Trujillo ordenó asesinar en México, La Habana y New York a varios de sus enemigos tal como ha hecho Putin con enemigos en Gran Bretaña y Europa. Putin es el Johnnie Abbes ruso y para los discípulos de Marx y Lenin es muy penoso ver cómo de las cenizas del comunismo soviético ha surgido una oligarquía con yates que nos recuerdan el “Angelita” (“Sea Cloud”) del Benefactor.