Queda menos de un mes para que el hoy presidente cumpla la mitad de su gestión. En todo ese periodo hemos visto muchos desaciertos de su gabinete, cada ocasión que ocurre alguno de ellos, los defensores de la gestión vienen con la narrativa de “El presidente tiene buenas intenciones, sus funcionarios no le ayudan” o “déjenlo gobernar, ellos no tienen experiencia y tienen las mejores intenciones”.
Repito, van dos años y se repite hasta el cansancio el mismo discurso de las intenciones, hace tiempo ya paso la luna de miel del gobierno, el tiempo sigue cursando y cada día las críticas se vuelven más crudas y los errores menos aceptables, el Gobierno debe ser consiente que en dos años ya debe tener conocimiento de sus respectivas funciones. Pero, parece que siguen pensando que están en una perpetua luna de miel.
El discurso de las intenciones, lo podemos llamar “la vieja y confiable” ante todo error, pero las intenciones no es lo que hace que un gobierno haga trascender, porque tener deseos de hacer algo no significa que se traduzca en una gestión de gobierno exitosa. Es visible que lo que si deja marca de un gobierno son las políticas públicas que dejan huella, es decir, la que se traduce en resultados.
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Me explico, se pueden encontrar buenas intenciones en todos esos picazos y las promesas de obras en cada una de las distintas provincias, entonces, ¿Le están dando el debido seguimiento y están ejecutándose esas obras que se han prometido?, en otros aspectos como el famoso Plan Giuliani que el presidente decía que en dos años se aplicaría ¿En que ha quedado esa implementación más allá que una simple intención?.
La realidad es que las intenciones no son malas, para nada, lo malo es que esas intenciones no se conviertan en ejecuciones, porque al final todos somos valorados por los resultados que logramos mostrar a través del trabajo realizado. Especialmente en la administración del Estado se necesitan personas que tengan visión y misión para brindar los resultados que necesitan todos los dominicanos, porque es a través de políticas públicas y no por implementación de relaciones públicas, para finalizar, cabe recordar la frase “El infierno está empedrado de buenas intenciones”, porque de nada sirven los buenos propósitos si no van acompañados de las obras.