«Nueva Retórica…», el libro de Rafael Núñez

«Nueva Retórica…», el libro de Rafael Núñez

Comparto con mi apreciado camarada Rafael Núñez más de cuatro décadas de amistad como colegas en un oficio áspero en el que ambos iniciamos nuestra experiencia practicando uno de los mejores trabajos del mundo, ser reportero de prensa. En aquellos años Rafaelito era uno de los más brillantes periodistas jóvenes de El Nacional, vibrante vespertino tabloide, y yo hacía mis pininos en el diario dirigido por Germán Ornes, que lideraba la prensa de Santo Domingo.

Los jóvenes reporteros solíamos ser impetuosos y eso ocasionaba errores que luego llamamos experiencia, pero recuerdo siempre a Rafaelito como un referente de serenidad en una época bastante agitada, principios y mediados de los setenta, cuando se puso de moda el periodismo contestatario, incluso al tratar a entrevistados.

Lo cual me recuerda la historia de otro colega a quien el jefe de redacción envió a un remoto paraje del Cibao a entrevistar a un anciano de 109 años, cuya salud y longevidad serían objeto de un reportaje. Ese día cumplía 110 años. Quizás por su vida sana, caminando entre montañas, lucía como si tuviera 65. El reportero preguntó: “Don Joaquín, ¿cuál es su secreto para vivir tanto y lucir tan joven?”. El anciano respondió: “Nunca discuto con idiotas”. El reportero ripostó: “¡Imposible! ¡Eso no puede ser!”. El entrevistado sonrió. Y dijo, “muy bien, jovencito, como usted diga”.

Puede leer: Richard Meier: Dos obras maestras en Roma

Aparte de compartir oficio inicialmente como reporteros, Rafaelito y yo hemos navegado en las últimas décadas las no menos excitantes aguas de la consultoría en comunicación. Él ha estado más orientado al aspecto político y gubernamental y yo al sector privado, pero los principios de buenas prácticas son comunes.

En su libro, cuya presentación nos convoca, de 158 páginas, bellamente impreso por Editora Corripio, Rafael Núñez hace una aguda reflexión sobre la relevancia de la comunicación política bajo el prisma de las cambiantes tecnologías, la inteligencia artificial y la creciente velocidad del intercambio de información necesaria para tomar decisiones informadas.

El atildado prólogo lo hizo el colega español Alfredo Kramarz, doctor en humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid, profesor de comunicación, analista político y columnista en medios internacionales, a quien me alegra conocer y saludar.

Rafael Núñez utiliza como hilo conductor de su análisis, sobre el arte de hablar y escribir bien con la eficacia necesaria para deleitar, persuadir o conmover, que es la retórica, las tres claves de Aristóteles, polímata griego del siglo cuarto antes de Cristo, quien, junto a sus predecesores Platón y Sócrates, es considerado el pensador fundamental de la filosofía de Occidente. Estos tres atributos de la retórica aristotélica son la credibilidad, la emoción y la razón o conocimiento (ethos, pathos y logos).

La obra está dividida en cuatro capítulos. El primero lleva desde el impacto de la imprenta de tipos móviles de Gutenberg y la reforma protestante de Lutero y Calvino del siglo XVI (una de cuyas consecuencias fue la despoblación de la banda norte de la isla de Santo Domingo), hasta los tiempos posteriores al debut de la radio, televisión e Internet. La última sección permite a Rafael Núñez desplegar, como una coreografía de fuegos artificiales que ilumina la profunda discusión sobre los nuevos códigos de la comunicación social, su garra como consultor político y director de campañas exitosas durante las últimas dos décadas. Es notable su analogía entre un conjunto con interés común, como un Gobierno o grupo empresarial, con una orquesta cuyos músicos deben no sólo afinar sino también tocar la partitura bajo la batuta del director.

El segundo capítulo analiza el ecosistema digital, las particularidades de las redes y el fenómeno revolucionario de la democratización del conocimiento, la capacidad del público de ser emisor o creador de contenido y no solo receptor pasivo como en la era pre-digital.

El tercer capítulo pasa de la consideración de las posibilidades tecnológicas y sus consecuencias a la orquestación en el manejo de contenido, con énfasis en las responsabilidades del director de comunicaciones para la obtención de los resultados esperados. Finalmente, el cuarto y último está dedicado a un tema permanente de estos días: el manejo de crisis, que requiere del aprovechamiento de todo lo anterior y además del ingenio y buena voluntad indispensables para generar empatía en momentos de grandes dificultades, retos u oportunidades.

Creo que el estudio realizado por Rafael Núñez, mesturando valores permanentes de las relaciones humanas y las capacidades de los humanos del presente, ofrece de manera clara y concisa el conocimiento indispensable para organizar un sistema de comunicación de innegable importancia en la planificación estratégica de cualquier objetivo.

Aparte de la lúcida explicación de Rafael Núñez en su obra presentada, deseo añadir que hay viejos peligros que siguen acechando a la libertad de expresión pese a todos los avances tecnológicos, que no hacen más que cambiar la plataforma en que se colocan los signos o símbolos que transmiten el pensamiento. Tristemente, los humanos somos los únicos seres sentientes que mentimos con intención consciente de dañar u ocultar la verdad.

Desde que los humanos logramos crear alfabetos para fijar y transmitir el lenguaje y el conocimiento, la acumulación cultural ha ido acelerando los progresos a velocidades que da vértigo. Sin embargo, siguen siendo iguales los valores, como la verdad y la mentira, la necesidad de tener ley y orden para la vida en comunidad y la importancia de la conciencia para que la íntima convicción sobre lo bueno y lo malo, o sea la moral, sea base de una ética o convención sobre cada cosa y una deontología sobre las mejores prácticas del deber ser.

Los temas del libro de Rafael Núñez me recordaron la diferencia entre propaganda y persuasión. Mucha comunicación social, especialmente en redes donde abundan las noticias falsas o los ataques anónimos a la integridad de otros, caen dentro de la propaganda, definida como una forma de comunicación diseñada para tratar de obtener el resultado deseado del propagandista, sea o no cierto, moral o ético, lo que se comunica. La persuasión, en cambio, es interactiva y procura convencer para satisfacción recíproca del interés de cada parte.

En otras palabras, pese a la horizontalidad de las comunicaciones en la era de la Internet, sigue habiendo mucha comunicación puramente vertical. Y muchas mentiras.

En este ambiente, es muy preocupante, a mi juicio, que el debate sobre un proyecto de Ley de Prensa en la República Dominicana esté afectado por el interés de grandes medios sujetos de regulación que buscan librarse de responsabilidad penal en casos de difamación, contrariando la Constitución y códigos Civil y Penal. Las injurias o difamaciones, que asesinan honras ajenas destruyendo un bien intangible, protegido como la vida y la propiedad; los ataques a la integridad de la honra y la reputación, de personas públicas o privadas, no deben sancionarse con simple multa o resarcimiento dinerario. Ello equivale a poner precio al buen nombre y prestigio ajenos, peor cuando propietarios o directivos de medios evadan su responsabilidad civil y penal atribuyéndola a un subalterno remunerado. Decidir qué se publica y qué no, no constituye censura sino el ejercicio de la obligación deontológica, ética y moral de propietarios y directivos de aplicar el criterio antes de que se produzca la publicación. Eliminar el carácter penal de la difamación permitirá agresiones mediáticas con meras consecuencias pecuniarias, que no disuaden del grave ilícito.

Un colega comentó mi opinión del proyecto de la Ley de Prensa diciendo “que cada uno cargue con su responsabilidad”. ¡Precisamente! Me opongo a la despenalización de la difamación, pues el derecho a la honra tiene rango constitucional. Su violación está tipificada en los códigos Civil y Penal. Es espurio alegar que propietarios y directivos deben ser puestos a salvo de su responsabilidad penal cuando su medio injuria, difama o incurre en delitos de prensa como incitar a la subversión. La responsabilidad no es solo de quien diga o escriba –subalterno remunerado— lo que otro alegue o haga; el ilícito es ¡precisamente! la publicación, darle publicidad sin ejercer el criterio, que es una obligación deontológica, ética y moral indelegable. Conforma la política editorial de un medio, distinto a una cuenta en redes de un ciudadano particular.

El mismo cuidado puesto para no lastimar la honra o derechos o intereses legítimos de sus accionistas, debe ponerse igualmente al publicar alguna noticia sobre cualquier ciudadano. Cuando falta criterio, igual que otros daños demandables, la responsabilidad no puede delegarse ni ser solo civil o dineraria, pues se afecta el orden público igual que al robar o matar.

Hay muchos otros peligros del nuevo orden resultante de los cambios tecnológicos, como por ejemplo la propaganda por redes para dañar la lengua, con lenguaje falsamente “inclusivo”, que equivale a dificultar o subvertir el entendimiento y el diálogo asumiendo que el idioma que nos une es apenas una herramienta de dominación cultural, un absurdo, ilógico e irracional, pues la lengua libera, no encadena, como sí ocurre con la ignorancia.

Lo malo de poner a un periodista a hablar sobre comunicación o retórica es que se nos hace difícil el punto final para terminar. Perdonen –aquí plagio a alguien sin recordar a quién— por no haber podido resumir más o hacer más breves estas palabras.

Para cerrar, reitero que hay pocos expertos tan exitosos como Rafael Núñez, dirigiendo comunicaciones con resultados medibles, por lo que auguro que este nuevo libro suyo, “Nueva Retórica”, será desde hoy obra de lectura obligada.

*Presentación por José Báez Guerrero del libro “Nueva Retórica, nuevos códigos, nueva sociedad”, por Rafael Núñez, el martes 18 de abril de 2023 en la Biblioteca Nacional en Santo Domingo, República Dominicana.

Más leídas