Ojo al cristo del crecimiento económico

Ojo al cristo del crecimiento económico

Juan Temístocles Montás

Merece que se le preste atención a lo expresado el 23 julio pasado por la directora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, quien, en un trabajo dirigido a los ministros de finanzas y gobernadores de bancos centrales del Grupo de los Veinte reunidos en Río de Janeiro, señaló que la economía global está estancada en una marcha lenta, lo que podría asestar un duro golpe a la lucha contra la pobreza y la desigualdad.

El estancamiento económico es una situación en la que una economía, durante un período de tiempo prolongado, crece muy poco o no crece. No es una situación aislada que dura un período, sino que se prolonga en el tiempo.

Según Georgieva “un mundo de bajo crecimiento es un mundo desigual e inestable. Los largos períodos de lento crecimiento económico pueden provocar un aumento de la desigualdad”.

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En el período que viene de principio del siglo hasta la pandemia, la economía mundial creció a un promedio de 3.8%, pero lo que proyecta el Fondo Monetario (FMI) para este año y el siguiente es que el crecimiento global alcance el 3.2% y el 3,3% respectivamente, lo que significa un claro enfriamiento con relación a los años anteriores, de acuerdo con Georgieva.

En su trabajo, la directora Gerente del FMI refiere que en un nuevo análisis hecho por el FMI se establece que los períodos de estancamiento que duran cuatro años o más tienden a aumentar la desigualdad del ingreso dentro de los países en casi un 20 por ciento, considerablemente más que el aumento debido a una recesión absoluta.

Eso la lleva a afirmar que cuanto más tiempo estemos atrapados en un mundo de bajo crecimiento, más desigual se volverá ese mundo, lo que representaría en sí mismo un serio revés para el progreso logrado en las últimas décadas a nivel mundial. De esto se desprende la afirmación de que la creciente desigualdad puede fomentar el descontento con la integración económica y los avances tecnológicos, tal y como se esta viendo en muchos países.

En el caso de la región latinoamericana, el más reciente Estudio Económico de América Latina y el Caribe 2024 de la CEPAL recalca que la región se mantiene estancada en una trampa de bajo crecimiento acompañada de un mal desempeño de la inversión y una baja productividad laboral, a lo que se suma el poco espacio interno para implementar políticas macroeconómicas de reactivación y la incertidumbre global.

En el período 2015-2024, el crecimiento promedio de la economía latinoamericana, según CEPAL, fue muy bajo, apenas de 0.9%, inferior al registrado en la llamada “dé´cada perdida” de 1980, que fue del 2,0%. Para este año de proyecta un crecimiento del 1.8%, insuficiente para hacer frente a la demanda de empleo y a la reducción de la pobreza.

Hay que resaltar que el crecimiento económico desempeña un papel fundamental en el desarrollo de un país, ya que es condicionante del desarrollo social y la calidad de vida de los ciudadanos. Cuando una nación experimenta un crecimiento económico sostenido, se genera una serie de beneficios que contribuyen al progreso y bienestar general.

Por experiencia sabemos que un buen nivel de crecimiento contribuye también a mejorar el nivel de vida de la población en la medida que incrementa el ingreso per cápita y eleva el nivel de vida de los ciudadanos al disponer de más recursos para cubrir sus necesidades básicas y acceder a bienes y servicios; además, proporciona mayores recursos financieros para invertir en infraestructura pública, como carreteras, transporte, energía y telecomunicaciones, lo que impulsa el desarrollo a largo plazo y mejora la competitividad del país; además, contribuye a reducir la pobreza, la desigualdad social y los conflictos internos.

Para la economía de la República Dominicana, un bajo crecimiento a nivel mundial representa un desafío significativo, dado su alto grado de apertura y dependencia de los flujos comerciales y financieros internacionales. Ante este escenario, es crucial implementar políticas económicas sólidas y diversificar fuentes de ingreso para mitigar los impactos negativos y fomentar la resiliencia frente a las turbulencias globales.

El estancamiento de la economía global no es buena nueva. Los tomadores de decisiones deben mantener ojo atento esta coyuntura.

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