Están a la orden del día las demandas de soluciones a problemas sociales y los rechazos a actuales gestiones de Estado vistas por una parte de la ciudadanía como insensibles e ineficientes. Un barullo enfebrecido porque a mediano plazo, la nación constituida en electora y motivada por liderazgos partidarios, va a pasar causa a muchas cuotas de poder. Vive el país una inminencia de los ejercicios cívicos que convierten a los pueblos en artífices de su destino y a lo que más están llamados los dominicanos en este momento es a reflexionar para adscribirse a ofertas políticas en absoluta libertad; un lapso democrático en la vida nacional que hace sobrar los esfuerzos grupales y sectarios por paralizar actividades productivas convulsionando a pobladores con amedrentamientos expresos o implícitos, quemas de neumáticos y desparrames de basura. Absurdo si la mayoría de las aspiraciones de la colectividad figura enfáticamente, y hasta en mayor medida que en las proclamas del activismo comunitario y confuso, en los discursos y propagandas de la lucha electoral. Y de hecho, el voto-castigo ha surgido regularmente con extraordinarios giros hacia la impopularidad.
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En este momento debe primar el debate de propuestas partidarias a ser valoradas exigentemente por núcleos sociales y formadores de opinión independientes de los proyectos políticos en alerta para edificar a los ciudadanos contra la retórica engañosa y los ofrecimientos inviables, usuales en el pasado para convertirlos en instrumentos de mezquinos objetivos.