Winston Churchill dijo: un pesimista ve una calamidad en cada oportunidad, un optimista ve una oportunidad en cada calamidad. Vivimos y continuamos con muchas calamidades desde el 2020: pandemia, muertes, crisis económicas, desempleo, recesión, estrés psicosocial, riesgo en la salud mental, inadaptación y desesperanza. Apenas comienza el 2021, y los daños colaterales del año anterior se sienten y se padecen.
Los desafíos de este año van en diferentes direcciones: vacunas, control sanitario de la pandemia, activación económica, incentivar el consumo, apostar a una normalidad con bajo riesgo de infección y carga viral; crecimiento y desarrollo para activar el empleo, la educación, las inversiones, el turismo seguro, priorizar el gasto y detener los préstamos, enfocar la ayuda etcétera.
En lo personal, cada quien debe gerenciar su proyecto de vida, darle continuidad a sus metas y sueños, vivir con propósitos en varias direcciones.
En cada etapa de la vida se experimentan circunstancias negativas o positivas; frustraciones o experiencias que pueden ser favorables para el desarrollo o desfavorables cuando han dejado algún tipo de trauma.
¿Por qué algunas personas superan sus adversidades y otras no? ¿Por qué después de un trauma, algunos adoptan el pesimismo y otros se hacen optimistas? La condición de ir construyendo optimismo se origina de las fuerzas interiores que se adquieren con la autoconfianza, la autoestima, la perseverancia y la constancia en la búsqueda de lo que se quiere o se desea.
El optimista es aquel que ha superado varias veces circunstancias desfavorables; se ha caído, pero se levanta; ha sufrido y ha sentido dolor que es inevitable, pero ha entendido que el sufrimiento es opcional, o sea, cada persona decide si le pone fin a su adversidad, si cierra procesos en su vida, o si aprende a pasar la página de los eventos adversos para continuar adelante.
El superviviente ha tenido que sortear opciones, asumir desafíos, desarrollar autoconfianza crecer y madurar, creer en sí mismo, y aprender a construir sus propias oportunidades de vida.
El optimismo se aprende y se construye. Pero la sobrevivencia refuerza la cultura de aprender a vivir en la inmediatez, a vivir un día, otro día, pero no existe una estrategia sostenida de la búsqueda en el bienestar y de la felicidad.
Las adversidades de la vida le quiebran el espíritu y la esperanza a los posibles optimistas. De ahí que abundan más los hábitos y sistemas de creencias pesimistas. ¿Cómo se construye el pesimismo? Del desarrollo desigual, de la discriminación, de los miedos y el abandono; de los traumas y adversidades que ayudan al aprendizaje de la desesperanza, el acatamiento social y la baja autoestima, que juntos todos refuerzan la resignación.
El pesimista tiene luz corta y desesperanza en todo lo que desean emprender, vive en la angustia anticipatoria de que no se puede, o de que siempre las cosas salen mal, o en el peor de los casos, vive mitad miedo, mitad desconfianza y en desesperanza de cuerpo entero y, de ahí, se paralizan y se suicidan las iniciativas personales y sociales.
Un pesimista siempre ve la adversidad como una razón para no empezar, una piedra en el camino, obstáculo y una inseguridad que le recorre desde el cerebro hasta la conducta, para terminar en los pobres resultados de vida. Así, literalmente se llega al pesimismo. Sin embargo, existe un pesimismo personal y otro social.
El pesimista personal es un individuo que adopta un sistema de creencias o pensamientos limitados y distorsionado de la percepción de su entorno y de sí mismo; llegando a adoptar la inactividad, la desconfianza, los temores e inseguridad en sus acciones y propósitos de vida.
Mientras que el pesimismo social, es un aprendizaje socio-cultural, basado en las limitaciones estructurales que les lleva al conformismo, la resignación y la falta de esperanza en sus propias iniciativas sociales. La falta de empoderamiento, de fortaleza emocional, reproduce el pesimismo.
El pesimista no revisa las actitudes para entender porqué no logra resultados de vida debido a que vive paralizado, miedoso, inseguro, desmotivado, conformista o de resistencia al cambio.
A veces, para mal, los pesimistas se autoengañan y racionalizan sus respuestas en reflexiones simbólicas, religiosas, populares, o de resignación, de mala suerte, de energías que no le permiten fluir o de algo que le paraliza y hasta lo llega a somatizar corporalmente.
El 2021 es para los optimistas, los de fe, los de esperanza y los de propósitos positivos. Buen año!