Padrastros: cómo elegirlos

Padrastros: cómo elegirlos

José Miguel Gómez

En tan solo un par de meses, se han registrado muertes violentas en familias de parte de los padrastros.

Esos hechos tan impactantes y vergonzantes han reproducido nerviosismo, intranquilidad, angustia y desesperación en toda la sociedad; debido al aumento de las familias reconstruidas, donde cada día parejas divorciadas tienen que volver a formar familias con otras personas e involucrar sus hijos primarios en la crianza, tutoría y fiscalización por las figuras: madrastra, padrastro.

En la dinámica del mercado, la desafección y la búsqueda de necesidad cortoplacista, la postmodernidad ha devaluado a la familia, le ha quitado categoría social, para crear la necesidad y estimular a las personas a invertir en lo tangible: casas, carros, lujos, confort, dinero, viajes, etc, dejando a la familia y a las personas como un fin o un medio para el consumo.

Por muchos años la familia fue y sigue siendo la mejor inversión social, el artículo de primera necesidad más consumido, donde se espera la inversión en la afectividad, el apego sano, los vínculos seguros y el sentido de pertenencia.

Las duras realidades económicas, sociales, de desigualdad e inequidad, han influenciado en los comportamientos sociales, aumentando los divorcios, los conflictos de parejas, las familias rotas y disfuncionales, reconstruidas y las de altos riesgos psicosociales.

El surgimiento de nuevas tipologías y dinámicas familiares han configurado la presencia de la figura del padrastro. Siempre han existido los padres no biológicos, sustitutos, adoptivos o los segundos padres de niños y niñas dentro de una familia reconstruida, ya sea de parte de la madre o del padre que se han divorciado y han decidido reconstruir una nueva relación.

¿Cuándo un padrastro es sano o es patológico? ¿Cuándo es un monstruo o depredador? ¿Qué indicadores ayudan a detectarlo a tiempo para no establecer relaciones con hombres psicópatas, dañados en su estructura psicoemocional y afectiva que se hacen pasar como un señor o un tierno ser humano.

En mi libro El Marido Psicópata, explico el perfil de un padrastro dañado y de alto riesgo: es una persona extraña y ausente con las figuras primarias de él, padre-madre, hijos, hermanos; sus vínculos y apegos son ausentes o ambivalente, tiende a la manipulación, chantajes o acoso de forma permanente de sus familiares.

En la parte social, no se le conoce amigos saludables, ni vida laboral permanente ni estable, más bien, son informales, introvertidos, de pobre contactos o compromiso social, huidizo o ausente de una vida en comunidad: vecinos, amigos, compañeros de trabajo, vida espiritual y relaciones afectivas con terceras personas.

El padrastro dañado no integra las familias, no busca apego, vínculo, compromiso, afectividad; opta por la división, crea enemistad de los hijos y la madre, de los padres y hermanos para articular el control, la sumisión, el poder, los maltratos y a la vez los confunde con celos, posesión, amor, cuidado y protección.

A los depredadores hay que identificarlos desde el noviazgo, al inicio de una relación, debido a que van dando señales de manipulación, control, límite, amenaza, irritabilidad, poder con dinero, castigo y una relación de “amor-esclavitud”.

Si el padrastro es un consumidor de drogas, violento o con patologías sociales, los riesgos de la familia van en aumento.

Una madrastra o padrastro sanos, son aquellos que permiten fluir las relaciones afectivas, emocionales y de crecimiento a los hijos con sus padres biológicos, apoyan y se involucran de forma sana en la educación, la crianza en valores, en cultura de tolerancia, en el ejemplo para los hijos biológicos y sus nuevos hijos; estimulando la integración, el respeto, la solidaridad, el altruismo y compromiso familiar.

Los hijos no eligen a sus padres y, mucho menos, a los padrastros. Cuando aparecen padrastros disfuncionales, hay que poner límites, controles, separación y fiscalización; pero también, buscar la ayuda temprano de la psicoterapia marital o familiar para prevenir y no lamentar. Por el bien de los hijos, de la familia y de la sociedad, vamos a elegir padrastros sanos y funcionales.

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