¿País rico y gente pobre?

¿País rico y gente pobre?

Guido Gómez Mazara

El debate alrededor del crecimiento económico nos remite a la elemental pregunta sobre las características arrítmicas de las finanzas públicas en el comportamiento macro que, siguen profundizando la pobreza en sectores marginales, distantes de acceder a los códigos del bienestar. Por eso, resulta entendible el despliegue publicitario oficial estructurado en la intención de hacer propaganda con las cifras. Ahora bien, se torna insostenible en el tiempo, los intentos de manipular niveles de mejoría enfrentados con urgencias financieras que se manifiestan como resultado de un entorno internacional pautando porcentajes de concentración de las riquezas en medio de tantas calamidades.

Lo interesante del fenómeno de la desigualdad en la actual coyuntura reside en que, contrario a épocas anteriores, las trincheras ideológicas no tintan la gran legión de excluidos que pueden intuir en la brecha entre los pocos con mucho y tantos en la miseria, todo el vendaval del discurso radical revolucionario. De ahí, en cualquier esquina, discusiones alrededor de aspectos étnicos, sociales y culturales poseen ribetes secundarios porque los servicios básicos no funcionan para la generalidad y esperar eficiencia en el sistema sanitario es sinónimo de ilusión para el común denominador de pobladores en cualquier barrio latinoamericano.

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La única vía de allanar el camino hacia el crecimiento y reducir los alarmantes niveles de desigualdad consiste en reducir la deuda. Cifras en la región nos conducen por la desesperanza: del 2008 a la fecha, la deuda se disparó en un 117% del PIB y la aspiración de aminorar el porcentaje del endeudamiento público es colocando los topes entre 46%-55%, cuando el promedio ronda en 70%.

Los dominicanos queremos saborear el crecimiento económico de verdad porque presumir cifras distantes de la realidad de una gran mayoría provocaría la activación de los circuitos de rabias ciudadanas de funestas consecuencias. ¿Cómo interpretan los jóvenes el bienestar cuando el 29% no tiene empleos? ¿Acaso no se traduce en una reducción del nivel de vida de los ciudadanos el bajo porcentaje presupuestado en materia de inversión estipulado en 2.3% del PIB? ¿Qué le podemos decir a las familias más pobres al comprobar que la inflación provocó un aumento de RD$2,034.93 a la canasta familiar y las familias de mayor ingresos sintieron un incremento de RD$4,669.72?

Tradicionalmente, desde el poder se esquiva la aproximación al entendimiento de realidades tangibles, invisibilizadas por estrategias de comunicación opulentas y no del todo victoriosas.