La apertura de la caja de pandora llena de documentos que revelan atesoramientos extraterritoriales de figuras públicas a niveles que incluyen gobernantes en ejercicio y retirados, sacude al mundo con detalles que incluyen al presidente Luis Abinader entre otros dominicanos, situados en mezcla de individualidades acompañadas indiscriminadamente por sospechas de fines de evasiones y lavado.
El primer mandatario local tiene a su favor el que su nombre sale a la luz sin ser sorpresa para sus gobernados, pues él y su familia son de un contexto adinerado anterior con activos gruesos de los cuales marcó distancia a tiempo mediante declaración jurada de bienes y renuncia de gestionarlos estando en el poder.
El super montón testimonial de riquezas de distintos orígenes y mucho ocultamiento sacado de las sombras por un pertinaz ejercicio periodístico mundial, es visto por sectores como evidencia de haber sido sido puestas en paraísos fiscales bajo aspecto de legitimidad pero con fines defraudadores para las sociedades a que pertenecen los dueños de cuantiosos patrimonios.
Tan serio es el asunto que ya está acuñado el concepto» corrupción legal».
Ahí estriba la mayor precupación que suscita esta salida a la luz de riquezas de orígenes mezclados de mansos con cimarrones incluyendo a gente que se hizo rica en el poder, no antes, ni procedieron transparentemente con sus “éxitos” económicos.
El presidente Abinader, en cambio, trató de colar su café claro, y temprano, pero ha generado suspicacias que no pueden ser ignoradas en el seno de la sociedad que lidera bajo compromisos contra la corrupción.
Muchos creen en su buena fe. Otros temen que su protección de propiedades familiares a través de colocar bloques de acciones y ahorros fuera del país, aun calificada como dentro de la ley, resultaría una forma que permite la multiplicación de valores alejada del marco nacional en el que él es el primer ciudadano y jefe del Estado, exceptuándose privilegiadamente de los ordinarios riesgos de inversión y de ineludibles aplicaciones tributarias que valen para al resto de los dominicanos.
Enriquecimientos llevados a buen recaudo pero bajo dudas razonables
Riesgo de encasillar lo non sancto de manera indiscriminada
La transparencia brilla por su ausencia y viene a ser la excepción