Partidos, en connivencia con autoridades gubernamentales y electorales, obtuvieron rápida e inescrupulosamente fondos públicos para repartírselos, reforzando rumores en mentideros políticos: Que nuestros partidos son todos iguales.
Con ello sepultan consignas de cambio, traducen elecciones insípidas y exponen nuestra democracia al vacío. Y siembran un pésimo precedente de complicidad política-partidaria.
Sorprende que partidos pudieron obtener del Gobierno, intercedidos por JCE, prácticamente el doble de los RD$2520 millones que sus legisladores aprobaron meses atrás en presupuesto 2024.
Imposibilitado de obtenerlos legalmente, recurrieron al riesgoso subterfugio que la JCE los adelantara de sus asignaciones presupuestadas bajo promesa que serían repuestos en el Presupuesto Complementario; promesa insegura de cumplir ante nueva gestión administrativa.
Puede leer: Iniciando recta final
De no cumplirse, ojalá que no afecte prestación de otros servicios a la JCE: registro civil, cédula de identidad, etc.
Partidos y JCE se hicieron cómplices en la ilegalidad de concebir presupuesto complementario como legalización de gastos ya efectuados que convierte el “pre-supuesto” en “post-supuesto”; en lugar de pactar para eliminar esta aberración.
Sorprende que esta misma disposición de partidos y Gobierno no se traduzca en consensuar abordamientos de urgencias nacionales como el transporte público. Con suma similar se pudieran adquirir 400 autobuses para disminuir taponamientos, costo de transportes y estrés ciudadano.
El Gobierno sobreseyó que la ligereza en disponer sumas millonarias para distribuir entre partidos incentivará peticiones en otros sectores-maestros y médicos ya están en agenda-generando una espiral voraginosa que contradice la austeridad tantas veces pregonada; aumentando gastos, déficits y endeudamientos.
No satisfacer reclamos ciudadanos, satisfaciendo a partidos, provocará irritaciones sociales.
Podrían preguntarse, p.e., por qué si para partidos aparecen recursos para repartírselos entre ellos, no aparecen recursos para satisfacer necesidades fundamentales como alimentación, cuyos incrementos de precios duplican inflación general y castigan estómagos; por apenas destinarse menos del 3% del presupuesto y del 2% del crédito para inversión agropecuaria.
Si todos los partidos son iguales, tendremos elecciones insípidas exponiendo nuestra democracia a un salto al vacío, independientemente de los escarceos legales- ¿judiciales?, y sus consecuencias, que pudieran concitarse.