Parece que la salud mental está de moda; se habla de ella, de la prevención, de los tratamientos y de los diagnósticos a tiempo, pero, sigue siendo la cenicienta del sector salud, debido al poco presupuesto que se destina y a la pobre cobertura que se tiene a nivel nacional.
Lo que se vive en nuestro país, entre homicidio, feminicidios, violencia social, conflictos, vandalismo, inseguridad, atracos, secuestros, sicariato y tumbes, habla de una sociedad patologizada, de alto riesgo en su salud mental; literalmente estamos de psiquiatra.
Por otra parte, los suicidios, la depresión, el estrés crónico, los trastornos de ansiedad, los abusos sexuales infantiles, los trastornos por drogas, bipolaridad y estrés postraumáticos, son los trastornos que van en crecimiento y de mayor demanda de camas hospitalaria en la salud mental.
Por otro lado, las problemáticas psicosociales de los jóvenes: desempleo, influencias negativas, presión por el consumo y el estatus social, el embarazo en adolescentes, el consumo temprano de alcohol y drogas ilegales; más, la deserción escolar, la vida sin propósito y el mal manejo del tiempo libre, siguen siendo los indicadores de alto riesgo en la población en edad productiva.
Puede leer: La crianza positiva: Sella la personalidad
Para complicar más las cosas, asistimos y vivimos en una sociedad sin héroes, de pocos referentes y de modelos psicosociales no sanos y, menos, digno de imitar; lo que nos indica que debemos revisar el gasto en el bienestar social y el desarrollo humano.
La crisis de la identidad generalizada que hablaba Zygmunt Bauman, establece una sociedad sin modelos de referentes, de roles, asignaciones confusas, donde predomina el mercado, el consumo, el lavado de imagen, la ausencia de consecuencias, la alta repitencia a la conflictividad, a los delitos y a saltarse las normas y los controles del orden social y jurídico.
Los modelos de referencia sano han ido desapareciendo, el compromiso social, la responsabilidad ciudadana, el empoderamiento de la sociedad civil y el altruismo social, nos hablan de la sociedad anestesiada, dormida, y de pobre respuestas al malestar crónico
En la patología social prima el desorden, la indiferencia, la negación por hacer las cosas diferente, por impulsar la convivencia de los buenos tratos, la cultura del trátame bien y la tolerancia pacífica en la vida familiar y social.
Ahora que se deben impulsar las reformas, responsabilizar el gasto social, revisar la ley de seguridad social, reformas constitucionales, entre otras, existen sectores que prefieren confrontar, confundir y manipular para no viabilizar la institucionalidad y el proyecto de nación.
Cuando hablo de patología social como psiquiatra y escritor de comportamientos psicosociales enfermos y disfuncionales del liderazgo político por varios siglos, me refiero aquellas viejas prácticas de dejar que el personalismo, los grupos y los sectores, sean los que establezcan las oportunidades y, no las institucionales, las leyes y las normativas establecidas.
Para viabilizar un país diferente, pero no desigual, hay que propiciar las reformas, el proyecto de nación, el bienestar y la inclusión. La sociedad civil, las universidades, los jóvenes y las mujeres, los profesionales, las religiones, empresarios y partidos políticos comprometidos con el bienestar social, la equidad y la institucionalidad del país, tienen que comprometerse.
No permitamos que la patología social y los viejos hábitos políticos limiten el desarrollo social, la felicidad y la espiritualidad de los sectores más vulnerables y de menor protección social.