La semana pasada presentamos los testimonios de Dulce Tejada, Asela Morel, Tomasina Cabral, Miriam Morales y Fe Ortega, expuestos en el libro Las heroínas no callan, de la periodista Wendy Santana. Esta obra recoge de primera mano las terribles experiencias que soportaron estas mujeres en las cárceles de la dictadura. Esa historia heroica no estaría completa si no se incluye las vivencias de aquellas que por causa de Trujillo no pudieron presenciar el final de la tiranía. Nos referimos a Patria, Minerva y María Teresa Mirabal. Estas hermanas nacieron en Salcedo, en una familia de clase media alta, cuyos padres don Enrique Mirabal y doña Mercedes Reyes (Chea) se dedicaron en cuerpo y alma a la crianza de sus cuatro hijas. Desde una edad temprana, Minerva demostró un espíritu rebelde. A los 10 años, manifestó en el colegio su rechazo al régimen al presenciar el sufrimiento de una compañera por la muerte de un familiar a manos de los esbirros del tirano.
Consciente del riesgo que corría su hija, don Enrique la retiró de la escuela y la involucró en los negocios familiares. A pesar de la traba educativa, Minerva desarrolló una verdadera vocación por la lectura, con especial afición por los libros de ciencias sociales y políticas, lo que le permitió adquirir una cultura general avanzada. Según su cuñado, Leandro Guzmán, en el capítulo “Doña Coraje Mirabal” de su libro De espigas y fuego, “Minerva Mirabal era de esas mentalidades en las que los propósitos se convierten en metas y avanzan hacia estas por sendas de escollos y de corajes”. Sobre su personalidad, Guzmán relata lo que le contó su esposa María Teresa, quien subrayó su temple especial pues “aunque Dedé era mayor, muchas cosas en la casa familiar se resolvían de acuerdo con el criterio de Minerva”.
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Esa sentida personalidad, terminó por imponerse, luego de muchos ruegos, en el propósito de concluir sus estudios en el Colegio Inmaculada Concepción, en La Vega, donde obtuvo su diploma de Bachiller en Filosofía y Letras en 1947. En virtud de sus sentimientos antitrujillistas, su padre no le permitió inscribirse en la Universidad para estudiar Derecho debido al peligro que representaba. El nivel de rechazo familiar al sátrapa era tan latente que en 1948, María Teresa condicionó su noviazgo con Leandro, en función de su opinión sobre el régimen, ya que “su hermana, al igual que su familia, renegaban de la dictadura”. Desde ese momento, Leandro tomó consciencia del vínculo e influencia que unían a las hermanas Mirabal.
Trujillo estaba enterado de esos sentimientos hostiles reforzados por el contacto que tuvo Minerva con los jóvenes de la Juventud Democrática, cuyas ideas revolucionarias y de izquierda cuestionaban el autoritarismo existente en el país. Es en ese contexto en el que se produce, la noche del 12 de octubre de 1949, la conversación a la que Dedé Mirabal, en su entrevista con Wendy Santana, le atribuye “la desgracia que cayó sobre su familia” cuando bailando el merengue “Ay… Tana, La Maricutana”, Minerva marcó “cruz y raya” con el déspota. Según la versión de Dedé, Minerva le preguntó por un amigo preso (Pericles Franco) al que Trujillo describió como “el peor comunista que hay en el país”.
En su diálogo, Trujillo le preguntó si a ella le gustaba la política, obteniendo como respuesta un seco: “No, no me interesa”. A contrarréplica, Trujillo le dijo “Yo voy a hacer que mis súbditos te conquisten”, Minerva, en claro desafío ripostó: ¿Y si yo los conquisto a ellos?
Por temor a represalias, poco después de terminar la pieza, Minerva, su padre y algunos familiares abandonaron la fiesta en San Cristóbal, en un gesto que no fue del agrado de Trujillo, quien ordenó su arresto en su casa de Ojo de Agua, siendo trasladada al hotel República, como una especie de prisión improvisada que tenía el régimen de Trujillo. Desde allí, la llevaban casi a diario a la Fortaleza Ozama. En 1951, Minerva fue nuevamente arrestada y llevada al hotel Presidente, donde también estuvo detenido su padre. Ambos fueron liberados con la condición de hospedarse en el recién inaugurado hotel «San Cristóbal».
Después de superar la resistencia inicial de su padre, Minerva se inscribió en la Facultad de Derecho en 1952. En otra señal de acoso e intolerancia, Trujillo intervino para impedir su inscripción al año siguiente, lo que la obligó a escribirle una carta pública para poder matricularse siendo difundida en los medios nacionales. Así fue como Minerva pudo continuar sus estudios, conociendo en ese año al estudiante de Derecho Manuel Aurelio Tavárez Justo, con quien se casó en 1955, teniendo dos hijos, Minerva Josefina (1956), y Manuel Enrique (1958). En 1957, Minerva presentó su tesis y se invistió como doctora en Derecho de la Universidad de Santo Domingo, siendo su padrino su propio esposo. De su lado, María Teresa se casó en 1958 con el Ing. Leandro Guzmán, dando a luz en 1959 a su única hija, Jacqueline. En enero de ese mismo año, las emisoras cubanas anunciaron el triunfo de la revolución cubana. Patria, quien se había destacado junto a su esposo Pedro González, en tareas conspirativas desde su casa en Salcedo, había bautizado a uno de sus hijos como Fidel Raúl Ernesto, en homenaje a los tres comandantes victoriosos en Sierra Maestra.
En la próxima entrega, abordaremos el papel que protagonizaron las hermanas Mirabal en el Movimiento Clandestino 14 de Junio, así como su paso por las temibles cárceles de la tiranía.
Dr. Amaurys Pérez, Sociólogo e historiador UASD/PUCMM