Fuerzas poderosas impulsaron la vida de Pedro Henríquez Ureña (PHU) tanto en su niñez como en la adolescencia y adultez. Su talento innato, su vocación humanística y el ambiente propicio de su hogar le permitieron desarrollarse bajo el amparo de una familia de intelectuales. Todo ello fue determinante en su formación. La inmersión en la literatura y las artes, el contacto con grandes políticos, educadores y artistas de todas las áreas del saber, así como las famosas tertulias culturales que tenían lugar en su casa, potenciaron su formación. Su amor por todas las artes (teatro, danza, ópera…) y sus lecturas, especialmente las de los grandes literatos, filósofos y orientalistas, moldearon en él una cosmovisión única. A lo largo de su vida, desarrolló una fuerza física y moral que le permitió resistir la enfermedad, la fatiga y las dificultades. Su inteligencia superior provenía de una mente que, a través de sus lecturas, intercambios dialógicos y viajes (México, Francia, Cuba, España, Estados Unidos, Chile, Buenos Aires…), le permitieron aprender, entender, razonar, tomar decisiones y formarse una idea determinada de la realidad de su tiempo. Como hemos podido apreciar, su vida estuvo marcada por un ambiente cultural e intelectual privilegiado y enriquecedor.
Este destacado escritor, filósofo, crítico y pedagogo dominicano nació el 29 de junio de 1884 en Santo Domingo, República Dominicana. Fue hijo de Francisco Henríquez y Carvajal (1859-1935), médico, abogado y político, quien fue presidente interino de la República Dominicana en 1916 (hermano de Federico Henríquez y Carvajal, distinguido escritor, periodista y pedagogo). Su madre fue Salomé Ureña de Henríquez (1850 -1897), una de las poetas más importantes de la literatura dominicana y una ferviente educadora. Combatiente de los derechos humanos, amante de la patria, madre y esposa dedicada que lucho junto a Hostos por la educación en general y por la femenina en particular, recibió las influencias del mismo Hostos y del positivismo. Dominaba las obras clásicas de autores españoles y franceses. Hija del abogado y escritor Nicolás Ureña de Mendoza y de Gregoria Díaz de León quien recibió de su abuela y tía maternas sus primeras lecciones educativas. Era declamadora junto a su hermana Manuela y recitaba en español, francés, inglés y latín. Tres años antes del nacimiento de Pedro, creó el Instituto de Educación Superior para Señoritas. Pedro tenía 10 años cuando su madre publicó bajo el seudónimo de Herminia. La poeta tenía 34 años cuando nació Pedro y murió a los 47 años. A su muerte, Pedro tenía 13 años. Sus abuelos fueron Noel Henríquez Altías, curazoleño y judío sefardí, y Clotilde Carvajal Fernández, descendiente de los últimos indígenas. Pedro Henríquez Ureña tuvo varios hermanos: Francisco, Max y Camila quienes también estuvieron en contacto con lo más alto del humanismo de su época. En la casa de sus padres se realizaban las tertulias de la Sociedad de Conferencias y el Ateneo de la Juventud de México, reuniendo a los escritores y pensadores más insignes de la primera mitad del siglo XX.
Desde muy joven, PHU fue expuesto a la literatura y a las ideas progresistas. Su madre fundó el Instituto de Señoritas, la primera institución de educación secundaria para mujeres en el país, lo que subraya el entorno educativo en el que se crio. Pedro Henríquez Ureña mostró un talento precoz para las letras y una gran curiosidad intelectual, lo que lo llevó a comenzar su educación formal a una edad temprana. La influencia de su madre, junto con la rica biblioteca de su hogar, le proporcionó acceso a una amplia gama de lecturas, que incluían tanto autores clásicos como contemporáneos. La infancia de Pedro Henríquez Ureña estuvo profundamente influenciada por un entorno familiar culto y comprometido con la educación, lo que sentó las bases para su posterior carrera y para ser reconocido como uno de los intelectuales más destacados de América Latina.
Pedro Henríquez Ureña, con su vasta erudición y enfoque crítico, desempeñó un papel fundamental en la formación de una generación de escritores que vieron en la literatura una herramienta para entender y transformar la realidad social y cultural de América Latina. Su carácter fuerte y su capacidad para mantener sus elecciones a pesar de los eventos adversos lo definieron, así como su buen temperamento y modo de expresión educado y refinado, especialmente en sus relaciones con los demás, tal como lo reconocieron Jorge Luis Borges y Ernesto Sábado (pupilo de PHU). PHU colaboró con el proyecto de reforma educativa liderado por José Vasconcelos. En esa época estrechó sus vínculos intelectuales con Alfonso Reyes Ochoa y Julio Torri, con quienes participó en diversos proyectos editoriales y de crítica y difusión literaria.
En cuanto a sus influencias y lecturas, PHU desde una edad temprana, mostró una inclinación por la compasión y la reflexión profunda, asunto que se manifiesta claramente en su obra, donde pide a gritos que seamos compasivos. Esto recuerda a Shakespeare, quien afirma que la compasión es la virtud de los reyes, y a Schopenhauer, quien considera que todo amor genuino es compasión y todo amor que no es compasión es egoísmo. Entre sus autores favoritos se encontraba José Joaquín Pérez, el escritor preferido de su madre, poeta, periodista, abogado y político, y uno de los máximos representantes del romanticismo dominicano. Pérez presidió los primeros exámenes de la Escuela Normal de Santo Domingo para poner a prueba el sistema educacional de Eugenio María de Hostos y la investidura de los primeros normalistas del país, además de ocupar importantes cargos públicos y políticos. PHU también estudió a Eugenio María de Hostos y su “Filosofía Educativa Hostosiana”, que creía en la capacidad creativa del hombre, en la cultura, la educación, la ciencia, el progreso y el desarrollo industrial. Leyó a Shakespeare, Ibsen, Platón, Schopenhauer, Kant, Espinoza, Nietzsche… Esta breve selección nos muestra la profundidad de su pensamiento y su gusto por lo denso y complejo, lecturas que contribuyeron a la creación de su cosmovisión única.
El historiador Emilio Rodríguez Demorizi destaca que la vocación humanística de PHU despertó temprano, gracias a un ambiente familiar propicio. Expresó, además, que encontró un entorno de alta espiritualidad y cultura con figuras como Leonor Feltz, discípula de su madre, y su tío y padrino, el Dr. Federico Henríquez y Carvajal. Por su parte, José Enrique Rodó comentó al recibir Ensayos Críticos de PHU lo siguiente: “Me agradan la solidez y ecuanimidad de su criterio, la reflexiva seriedad que da el tono de su pensamiento, lo concienzudo de su análisis y juicio, la limpieza y precisión de su estilo.” Numerosos críticos literarios de renombre han estudiado su vida y su obra, incluyendo a Jorge Tena Reyes quien escribió la importante obra: “Pedro Henríquez Ureña: Esbozo de su vida y de su obra” (2016) publicada en el 50 aniversario de la UNPHU, Bruno Rosario Candelier, Odalís Pérez, Miguel de Mena y Miguel Collado. Del mismo modo, destacados críticos locales e internacionales, como María Alicia Zorrilla de la Academia Argentina de las Letras, también han contribuido a este análisis, entre otros.
Pedro Henríquez Ureña nos ha dejado un gran legado con sus escritos y actuar ejemplar al promover una literatura comprometida con la identidad y la historia de América Latina, influyendo en la manera en que muchos escritores abordaron sus obras y la crítica literaria. Terminemos recordando sus propias palabras cuando al subrayar el valor de las humanidades expresó: “Las humanidades no son solamente enseñanza intelectual y placer estético, sino también fuente de disciplina moral. Acercar a los espíritus a la cultura humanística es una empresa que augura salud y paz” (Henríquez-Ureña, 1940).