Perfil de la madurez

Perfil de la madurez

José Miguel Gómez

La madurez es una de las paradas de la vida que debe ser conquistada, vivida, alcanzada y resuelta para preparar la vejez y dejar atrás la juventud. Se espera dejar de lado el sobrevivir, el luchismo, las confrontaciones innecesarias, o la búsqueda de la notoriedad, la visibilidad, el exhibicionismo y dejar del que hablar.

Las personas maduras no consumen la envidia, el chisme, la intriga, la manipulación, ni el autoengaño; debido al aprendizaje de la vida, a los tropiezos, adversidades, fracasos y frustraciones, de los que se ha madurado para sortear y administrar el presente y futuro, partiendo de la autoconfianza, el merecimiento y la autodeterminación de ser responsable de su bienestar y felicidad.

La desesperación, las imprudencias, los malos hábitos, la competencia y la necesidad de validación forman parte de la juventud, de las etapas de un pasado que, solo el calor, la fuerza, el ímpetu y el demostrar, movían al musculo y al cerebro.

Ahora no, la madurez habla desde la conciencia, la fortaleza emocional y la espiritual. Pero también, de los golpes aprendidos, de las batallas confrontadas; desde ahí no hay pérdidas ni ganancias, sino experiencia, sabiduría y resultados. Pero sabiendo que en toda vida hay luz y sombra, pero nunca quedarse en lo gris ni lo negro de lo vivido.
En la madurez se vive desde el auto-merecimiento, el equilibrio, la prudencia; desde el silencio, y el tacto para sopesar la palabra y el accionar.

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Una persona en la edad biológica y los cambios físicos de la madurez, pero con resultados disfuncionales, maledicente y de pobreza espiritual, se convierte en un joven rebelde sin causas, irresponsable, tóxica, superficial, ligero y banal que, aun milita en el simplismo, en la gula, el cinismo, la prepotencia y la manipulación propia de la enfermedad del “carácter”, de los impulsos y de las huellas somáticas no superadas.

La madurez implica haber superado el pasado con creces, vivir el presente y preparar el futuro hacia la conquista del bienestar físico, familiar, social, financiero, emocional y espiritual.

Desde la madurez equilibrada los valores y principios están conjugados, para defenderlos con honor, coraje y voluntad. El joven puede vivir del parecer, pero la madurez se sostiene desde el ser; desde la coherencia y la constancia para armonizar el interior con el exterior.

Las personas son dueñas de su propia historia, descubren que solo el tiempo habla, depura y deja constancia de los para qué se vive. Ósea, del sentido de vida, de utilidad y transcendencia.

Una madurez insatisfecha, en la cuerda floja de la vida, sin armonía y con anemia en el espíritu, se convierte en una verdadera trampa existencial.

Al final la vida pasa balance, te encierra en una soledad patológica si no construiste caminos ciertos y claros.
No hay tiempo en la madurez para las emociones negativas, para culpar a otros o victimizarse de la vida.

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La auditoría existencial le predice a la persona madura: cómo desea ser recordado, cómo quiere terminar y quiénes son sus compañeros de viajes. Debido a que la vejez se trabaja desde la madurez.

En conclusión, en la vida hay muchas personas inmaduras, repitiendo los mismos errores y rumiando las mismas historias. Cada persona debe revisar sus resultados de vida para descubrir si vive el perfil de la madurez.