Parte 2/2
La naturaleza dual de la existencia está llena de opuestos y contradicciones: el sufrimiento y la felicidad, la riqueza y la pobreza. Estos pares de opuestos son parte de la naturaleza impermanente del mundo. Tanto la pobreza como la riqueza son condiciones transitorias que pueden cambiar. Entender y aceptar esta dualidad puede ayudar a aliviar el apego y la aversión, promoviendo una visión más equilibrada de la vida. Afortunadamente, contamos con el “camino medio”, que evita los extremos de la indulgencia y la privación. En el contexto de la pobreza, esto significa buscar un equilibrio en la distribución de recursos y en la satisfacción de las necesidades básicas, sin caer en la codicia o la avaricia. La pobreza extrema y la riqueza extrema son opuestos que crean sufrimiento y desequilibrio en la sociedad.
La relación entre riqueza y pobreza es estrecha; a menudo, la presencia de una está ligada a la otra. Reconocer esta interdependencia puede fomentar la solidaridad y promover acciones colectivas para reducir las desigualdades. Mantener coherencia lógica en el discurso sobre la pobreza es crucial para un análisis claro y honesto de la situación, evitando confusiones que obstaculicen la formulación de políticas y estrategias efectivas. Desde una perspectiva sociológica, la pobreza puede entenderse como el resultado de tensiones estructurales en la sociedad y el sistema económico. Según Karl Marx (1867/2020) en Le Capital [El Capital] (pp. 171-172), la riqueza y la pobreza son producto de las contradicciones internas del capitalismo, donde la acumulación de riqueza por parte de unos pocos conlleva a la pobreza de muchos (ver la acumulación del capital). Esta división económica entre ricos y pobres crea una sociedad desigual y polarizada, lo que puede conducir a conflictos de clase y, por ende, a la inestabilidad social. Abordar la pobreza implica enfrentar y resolver estas complejas contradicciones mediante reformas políticas y económicas, como políticas redistributivas (impuestos justos), educación y atención médica accesibles para todos, y redes de seguridad social, entre otras. Todo ello busca mitigar estas disparidades y reducir la brecha entre clases sociales.
Erradicar la pobreza es un desafío complejo, especialmente en su forma extrema, donde la falta de recursos básicos perpetúa un ciclo de vulnerabilidad y exclusión social. La pobreza extrema no solo implica carencia de bienes esenciales, sino que también es una grave violación de los derechos humanos, exacerbada por la desigual distribución de riqueza, controlada por una élite. Y es que está arraigada en sistemas económicos y sociales que perpetúan la desigualdad y la exclusión. Abordar la pobreza puede requerir cambios significativos en políticas y prácticas económicas a nivel nacional e internacional. Esto significa que no hay soluciones simples o rápidas, y que se requiere un enfoque que aborde las dimensiones mencionadas.
Los intereses económicos y políticos a menudo entran en conflicto con los esfuerzos para reducir la pobreza. Los países y actores con poder económico pueden resistirse a cambios que redistribuyan la riqueza o desafíen el statu quo, lo que dificulta la implementación de políticas efectivas de reducción de la pobreza. La corrupción, la mala gobernanza y la violencia destruyen las economías locales y perpetúan la pobreza de generación en generación. Para abordar estas causas, se requiere un enfoque integral que podría incluir, entre muchas otras posibilidades: redistribuir la riqueza con políticas fiscales justas y programas sociales serios (no dádivas); garantizar una educación pública de calidad; ofrecer capacitación laboral; fomentar la transparencia y la buena gobernanza. Es fundamental castigar severamente la corrupción, ya que la malversación de fondos públicos causa la muerte de miles de personas debido al hambre y la falta de atención médica. Además, la corrupción es una violación de la dignidad humana y representa un desafío para la justicia y la equidad global que debe ser enfrentado y superado de forma urgente.
A pesar de los esfuerzos globales, como los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM) y los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), erradicar la pobreza sigue siendo un desafío complejo. Factores como la corrupción (mencionada anteriormente), la mala gestión, la falta de transparencia e incluso la monopolización de mercados y recursos tecnológicos pueden restringir la capacidad de estos países para prosperar en la economía global, perpetuando la pobreza y socavando los intentos de mejora. Además, los gobiernos a menudo enfrentan limitaciones económicas y políticas que obstaculizan su capacidad para abordar eficazmente este problema. La relación entre el tipo de Gobierno y la pobreza es intrincada y está influenciada por múltiples factores, incluidas las políticas específicas y las condiciones socioeconómicas de cada país.
Las multinacionales, por su parte, pueden afectar la pobreza a través de sus prácticas comerciales e inversiones. Aunque las inversiones extranjeras pueden impulsar el empleo, el desarrollo económico y la transferencia tecnológica, también pueden traer consecuencias negativas, como la explotación laboral, el daño ambiental y la competencia injusta con los productores locales. Asimismo, la evasión fiscal y eludir regulaciones pueden privar a los países de ingresos fiscales destinados a programas de reducción de la pobreza. Por ello, son cruciales las normativas que controlen y eviten estas malas prácticas.
Igualmente, las élites mundiales, formadas por individuos muy ricos, líderes empresariales y políticos influyentes, también pueden perpetuar la pobreza al proteger sus intereses en detrimento de los más pobres. La concentración de riqueza en estas élites alimenta la desigualdad económica y política, dificultando el acceso de los más pobres a recursos y oportunidades. Además, estas élites pueden influir en políticas y decisiones, tanto a nivel nacional como internacional, para mantener sus privilegios. Eliminar este problema puede ser uno de los desafíos más difíciles. De ahí, la importancia de la responsabilidad social corporativa y la ciudadanía global.
Según el Banco Mundial (2024), alrededor de 700 millones de personas viven con menos de USD 2,15 al día (la línea de pobreza extrema). Según expresan, no se puede reducir la pobreza y la desigualdad sin abordar también los desafíos mundiales interrelacionados, como el crecimiento económico lento, la fragilidad, los conflictos y el cambio climático. Anhelamos que la pobreza sea erradicada. Los gobiernos comprenden que la prosperidad comienza al eliminar la pobreza y al invertir en la prevención de conflictos y la construcción de paz, creando un entorno seguro y estable que impulse el desarrollo económico y social.
Platón (380 a.C./2003), en “La República” (pp.234-236), idealiza a los gobernantes como aquellos que poseen amor por el conocimiento y la verdad, sabiduría, justicia, y habilidades prácticas para gobernar. Según explica, estos líderes buscan la verdad, entienden la naturaleza humana y actúan siempre en beneficio de la comunidad, no por interés propio. Deben tener una educación integral que los prepare para comprender el bien y actuar en consecuencia, y poseer un carácter moral elevado, capaz de resistir las tentaciones del poder. Platón argumenta que solo los más sabios y justos, libres de intereses personales, pueden liderar una ciudad hacia la armonía y la prosperidad. Para él, los gobernantes ideales combinan conocimiento, sabiduría, virtud y una capacidad genuina para promover el bien común.
Confiamos en que los futuros candidatos a la presidencia en Latinoamérica y el resto del mundo sean personas de gran inteligencia, honestidad y responsabilidad, capaces de liderar con sabiduría y promover el bienestar de toda la comunidad. Esperamos que posean una visión clara para el progreso, un compromiso firme con la justicia y la equidad, y una capacidad innata para tomar decisiones en beneficio del pueblo. Que su gestión sea un ejemplo de integridad, transparencia y eficacia, guiada por valores éticos y el deseo sincero de construir una sociedad más próspera y armoniosa, en línea con los ideales de Platón sobre el gobierno justo y virtuoso.
¡He ahí nuestra esperanza! ¡He ahí el fin de la pobreza!