La pregunta, mejor formulada, sería: ¿Podrán nuestros políticos cambiar su mentalidad coyunturalista y de sectarismo partidario para actuar en beneficio del pueblo ahora que el presidente Luis Abinader los ha invitado a concertar un conjunto de reformas que devendrán en un relanzamiento del país?
En el subconsciente y en el consciente individual y colectivo los dominicanos sabemos que cuando Luis Abinader llegó al poder encontró enormes déficits en todos los servicios y unas finanzas públicas que obligaban a que los gobiernos se endeudaran en alrededor de un 30% para poder formular sus presupuestos anuales.
Y que ese endeudamiento se elevó hace tiempo al punto de que tomamos prestado para pagar intereses, mantener funcionando al estado, construir carreteras, puentes, circunvalaciones, caminos vecinales, asfaltar calles, construir y reparar acueductos, escuelas, centros de salud, reformar la Policía, mejorar el transporte masivo, etc., como ha venido haciendo Abinader.
También para mantener ayudas a las familias más vulnerables, subsidiar alzas de precios del transporte de materias primas, los combustibles, servicios de todo tipo, etc., ir en auxilio del Suroeste, y la Línea Noroeste, como lo hace el gobierno pese a las crujías presupuestales.
Porque el país no puede cerrar, no al menos bajo el liderazgo trabajador y transparente del presidente Abinader.
Sabemos que cuando el COVID y la guerra de Ucrania entraron a RD con sus efectos de parálisis económica y alta inflación ya existía una situación de cuasi colapso de todos los servicios públicos.
Que en agosto 2020 teníamos ya acumulada una enorme deuda social y rezagos de décadas, que tiene en su núcleo central como caliente jerbedero social la desigualdad, falta de cohesión y atraso estructural.
Cuando el presidente Leonel Fernández promulgó la ley 1-12, de Estrategia Nacional de Desarrollo, basó su propuesta a 30 años en un saneamiento de las finanzas públicas en base a una reforma fiscal. Pasaron 12 años y no se hizo.
Economistas, políticos, empresarios, medios y periodistas, sociedad civil, dirigentes de las iglesias, todos sabemos que para poner los bueyes a arrastrar el arado, debemos hacer esa reforma fiscal que sanee las finanzas públicas y dé sostenibilidad a las operaciones del estado y hacer las inversiones necesarias en infraestructura y bienestar social.
El presidente Abinader, que el 16 de agosto inaugurará su segundo mandato con el mayor apoyo popular, municipal y legislativo que se recuerde, ha hecho dos planteamientos fundamentales:
PRIMERO, que junto a la obligada corrección en las finanzas públicas hagamos otras reformas económicas, sociales y políticas que permitan al país dar un salto de calidad en su desarrollo integral, que equipare los aportes de los políticos a los que por décadas vienen haciendo las fuerzas productivas.
SEGUNDO. Que esas reformas las concertemos entre todos, especialmente los políticos, el sector más beligerante y el que por su real vocación deben ser los primeros en servir al pueblo, más cuando se encuentra en una situación tan delicada.
Todos los partidos acusan un severo desgaste, apenas pausado con el abrumador respaldo obtenido por la alianza gubernamental liderada por el presidente Abinader.
Ojalá entiendan, incluyendo a los del gobiernista PRM. que desde la década de 2010 a 2020 se inició un acentuado proceso de desencanto ciudadano con la política, y con la democracia, y que ahora el presidente Abinader genera una excelente oportunidad para que se relansen.
Claro, para eso tienen que cambiarse el circuito integrado o chip que gobierna sus sistemas cognitivo y operativo.
Que apuren el paso, porque la Inteligencia Artificial y sus algoritmos vienen a barrer con todos los viejos procedimientos y métodos, incluyendo a la mala política y la comunicación.