Como si se tratara de compañías aéreas de bajo coste, pensadas como un medio para viajar con tarifa económica a cambio de eliminar comodidades y servicios que reciben los pasajeros, o que cobran estos servicios de forma adicional, así mismo ha resultado ser el comportamiento de los partidos políticos de la República Dominicana en el último lustro. Abocados a mantener su estatus quo político, económico y electoral han renegado de cualquier actuación que contenga la frase “costo político” en su haber, determinada, por lo visto, como una mala palabra desde tiempos ancestrales. Ausentes de sacrificios que procuren resolver los problemas cotidianos de la ciudadanía, se han convertido en gente para lo trivial ligera y discreta para lo grave. Las carencias conceptuales están a la orden del día y los criterios estéticos han ganado harta primacía. En este artículo describiré cómo la política low cost o a bajo coste ha permeado y penetrado los principales partidos de nuestro país.
El Partido Revolucionario Moderno no ha comprendido que la política es una acción cuyas consecuencias tienen mayores alcances que sus previsiones, mientras que la indignación que los hizo llegar al poder se ha solapado con el interés. Su incapacidad de advertir que no son los valores absolutos los que determinan nuestro bienestar, sino los cambios y nuestra percepción sobre ellos les ha hecho insistir en una censura moralizante que se vende falsamente como ética. Es este el problema de creer que los cambios estéticos son por necesidad también éticos, lo ha señalado el periodista y escritor español Javi Gómez, al decir que vivimos en la cosmética de la razón pura. Pero siempre hay que desconfiar de los adverbios cuando escoltan a los principios morales, pues regularmente un juicio de valor se parece más a una confesión que a un estricto análisis de la circunstancia.
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Aprovechando la inercia colectiva en el ámbito social, se han decido por aturdir el pensamiento herido, en donde la razón ha dejado el sillón central de la sala al sentimiento, y la verdad a la emoción. Es un criterio bien diseñado, pues en efecto, como planteaba el psicólogo Daniel Kahneman “nadie nunca ha tomado una decisión basándose en números, más bien, todos necesitan creer una historia”. A leguas, se trata de una careta, o de otro rostro, pero no el que se revela frente a la ciudadanía, y que ha utilizado las palabras como piedra angular, pues como ya anticipaba el autor español Javier Marías, las palabras, que son el complemento necesario de los hechos, a veces perjudican hasta si son sinceras, no digamos si tergiversan la verdad. La gente cree que lo que necesita creer, y todo tiene su tiempo para ser creído, y en eso el PRM es experto. Pero esta es también la evidencia implícita de la ausencia de criterio sustantivo, en resumidas cuentas, es la expectación del vacío, la nada como antesala de algo. Y, aun así, refrendada.
El Partido de la Liberación Dominicana empieza a convertirse en uno con más pasado que con futuro, es decir, con más dirigentes que dirigidos. Se muestra incapaz de renovarse ante una población que observa, y que exige la novedad como imperante para el restablecimiento de la confianza. Su deterioro electoral, no solo pasa por actores que en el pasado eran protagónicos pero que ya comienzan a ser agónicos, sino también, porque, aunque los hechos y las actitudes dependen siempre de la intención que se les atribuya, hay gente que exige la salida del presidente de ese partido como solución mágica a los problemas de la organización, ignorando que deberían ellos ser practicantes de su propio consejo. Probablemente, dentro del PLD, algunos hayan llegado a la misma conclusión que el filósofo político estadounidense Michael Walzer: “De momento, los combates que necesitamos no han emergido todavía”, pero nada más lejos de la realidad, es que ya los han derrotado.
Por otro lado, el liderazgo del partido parece no comprender que su única vía de fortalecimiento es el relevo circunscrito estrictamente a criterios cualitativos y no cuantitativos, además de que ese relevo no debe estar condicionado por criterios biológicos, sino más bien pasar por actores con la suficiente legitimidad social capaces de exponerse ante la opinión pública para la defensa de su partido, y en igual medida, traduciendo e interpretando los anhelos de los ciudadanos. Que no me mal interprete mi lector, no es una denostación a la “tradicional” dirigencia del PLD, en donde muchos actores han sido obstaculizados hasta al grado del desprecio, sino, más bien, una reivindicación a quienes sí cuentan con una formación política robusta y han permanecido sin someterse a las apetencias de quienes señalan al presidente del partido como único culpable, aunque hayan sido ellos los responsables o corresponsables de su debacle. Solo en la política low cost un partido que perdió un 52% de electores en ocho años sigue teniendo un equipo ausente de legitimidad tomando decisiones.
La Fuerza del Pueblo se ha convertido en una organización que cubre tanto la intencionalidad como la involuntariedad del hecho. Se podría decir que han confundido los sueños con una cuenta de resultado, muy claramente reflejado en “eso lo hizo Leonel vs RD2044”. ¿Apalanco en el pasado lo que pretendo conseguir en el futuro? Se trata de la ausencia de complemento y la profundización de la rivalidad dentro de su propia narrativa. En ese sentido, le pido a mi lector que intente verificar mis argumentos renunciando a sus sesgos y a los míos, pues carecería de sentido evidenciar una realidad desde la personalización de un enunciado más ad hominen que justo. Sin embargo, es importante señalar, que la vinculación con la redención de su principal líder descoloca su propio razonamiento, en donde existe una clara expresión de pensamiento de avanzada, pero con un actor imprescindible para su consecución. Aunque un alegato que pudiera traer consuelo es creer que nuestros líderes no son más que el reflejo de nuestro umbral de existencia.
La dirigencia de la FP no ha comprendido que casi todos los tiempos de su líder, y, por tanto, de su identidad partidaria, ya son pasado, y aunque ha tenido la oportunidad muy larga de no ser ya el que había sido, han dejado la causa y la oportunidad, precisamente las pulsiones más relacionadas con el futuro, vacías. De ahí, como establece el escritor español Daniel Innerarity en su Política para perplejos, que la gran cuestión a la que se enfrenta la política consiste en qué forma ha de adoptar para no ser socialmente irrelevante. En la arquitectura de decisiones de esa organización parecería que quienes más pueden elegir, mal eligen casi siempre. Incapaces de arriesgar su estatus quo, pretendiendo de esa manera mantener una esencia agonizante, aunque no olvidada, pero llamada PLD verde, no se comprende para qué aquel vértigo y tal tormento, el de su división, me refiero, para qué dar aquellos y tantos pasos si al final se han convertido en una réplica de lo vetusto y peor aún, de su supuesta antítesis.
Es esta la política low cost o a bajo coste, donde la narrativa que se ha impuesto del presente supera en notoriedad a las piezas que lo forman. Vivimos en una sociedad de la tentación que ha significado el agrietamiento del sentido común. A falta de saber lo que las cosas son, parece que haya que conformarse con que nos digan lo que las cosas no son, o no les parece que sea. En política las cosas hay que pensarlas a tiempo, o anticiparlas, con suerte o por azar tal vez podremos hacerlo, sin nuestra querida incertidumbre como imparcial testigo.