Por Edwin Disla
El texto de Alejandro Paulino Ramos nos lleva a recordar los aportes de la Historia de la cultura dominicana (1994), de Mariano Lebrón Saviñón. Pero a diferencia de este gran poeta y humanista, Alejandro Paulino, oriundo de San Francisco de Macorís, conocedor de la historia dominicana y documentalista, su ensayo se adentra en temas pocos conocidos de la cultura dominicana, con forma y contenido más acabado que el del admirado humanista.
En Política y cultura en la sociedad dominicana se analiza el periodo claroscuro correspondiente a la etapa precapitalista del Estado dominicano. Cuando los Trinitarios lograron la independencia de la República, el 27 de febrero de 1844, la incipiente nación cayó en manos de un colonialista simpatizante de España que solo le interesaba separarse de Haití: Pedro Santana, jefe del ejército. Este hecho tendría consecuencias nefastas para el futuro del país.
En los siguientes diecisiete años de vida republicana (1844-1861), Santana, como representante político de una sociedad hatera en vía de extinción, se convirtió en presidente y caudillo de la nación. En cuanto a las letras, como apunta Alejandro Paulino (p.106), tantas desgracias no podían nutrir el espíritu y ser aliento para el avance cultural.
Este panorama claroscuro dio un giro trágico en 1861, cuando Santana, consciente de que le resultaría difícil seguir manteniéndose en la presidencia porque veía disminuir su influencia y base social, decidió liquidar la República, anexándola a España. La nación pasó a ser una provincia ultramarina española; los periódicos dejaron de circular y la libertad de prensa desapareció.
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Los patriotas iniciaron una guerra de liberación nacional conocida con el nombre de La Restauración, porque su objetivo era restaurar el Estado fundado por Duarte. Los restauradores, en dos años de luchas vencieron a las tropas españolas. Desde entonces nació la Segunda República (1865-1916), tras la cual, debido a la ausencia en el Gobierno de una burguesía nacional que mantuviera su dominio sobre los sectores no burgueses, imperaría el caos y el desorden en medio de las luchas caudillistas. Según expresa Alejandro Paulino (p.151), si bien en ese periodo se establecieron regímenes despóticos, las publicaciones literarias fueron apareciendo y consolidándose en el ámbito del interés de la juventud de aquellos años, y se creó el Instituto Profesional dada la ausencia de la antigua Universidad de Santo Domingo. El romanticismo era el movimiento literario en boga y posteriormente el modernismo hispanoamericano de Rubén Darío. Fue la época en que descollaron los llamados Dioses Mayores de la poesía dominicana, José Joaquín Pérez, Salomé Ureña de Henríquez y Gastón Fernando Deligne y nació en Santo Domingo Pedro Henríquez Ureña, uno de los más grandes humanistas de la lengua española.
El Partido Azul de Gregorio Luperón fue el que, desde 1879, instauró los primeros Gobiernos cercanos al liberalismo, pues se respetaron las libertades públicas, se modernizó la economía, y abrió un importante espacio para que la juventud tuviera acceso a la educación y a la cultura y, en especial, tuvo prioridad el positivismo científico del sociólogo puertorriqueño, Eugenio María de Hostos en la Escuela Normal. Este amago de progreso, sin embargo, lo abortó en 1887 el discípulo de Luperón Ulises Heureaux (Lilís), al instaurar una larga y cruel dictadura que provocaría la profundización del control norteamericano en la política y la economía nacional.
En 1899, habiendo conducido el país al borde de la bancarrota, Lilís fue ajusticiado. En lo adelante, las fuerzas progresistas se reagruparon y dieron un nuevo impulso a la educación haciendo regresar a Hostos, que había partido al comenzar la dictadura de Heureaux. Se fundaron nuevos clubes e instituciones culturales como el Ateneo Dominicano. Los poetas empezaron a escribir al estilo modernista, y en 1914 el Instituto Profesional fue transformado en Universidad de Santo Domingo. Pese a estos esfuerzos, la lucha caudillista volvió a campear por su respeto.
Ese desorden político-militar impedía el desarrollo del capital norteamericano en el marco de la Primera Guerra Mundial, una de las causas de la invasión de Estados Unidos en 1916.
Esta irrupción avispó el nacionalismo criollo, y un grupo de jóvenes intelectuales, influenciados por las ideas más avanzadas de la época, constituyeron la sociedad político-cultural El Paladión con la finalidad de contribuir a toda campaña que persiguiera la liberación de la República.
En ocasiones, El Paladión ha sido colocado junto a los postumistas, siendo dos movimientos diferentes. El postumismo, fundado por Domingo Moreno Jimenes, es la primera escuela poética vanguardista dominicana que revoluciona la lírica vernácula validando lo autóctono, dejando de lado la métrica y las palabras exóticas.
Moreno Jimenes ejemplariza esta concepción en el libro Psalmos, publicado en 1921, con el que, además, al mostrar las raíces del pueblo, implícitamente combate la cultura del invasor.
El 23 de septiembre de 1922 se formalizó el plan de evacuación por medio del cual Estados Unidos mantendría el control político, económico y militar del país, y en 1924, se celebraron elecciones y salió electo Horacio Vásquez. A continuación, nació la Tercera República (1924-1965).
De acuerdo con Alejandro Paulino (p.249), producto del decaimiento del fervor nacionalista, desaparecieron la convivencia y el respeto entre los grupos, dando paso al enfrentamiento entre las capillas literarias. Sus integrantes, ante la coyuntura que se les presentó el 23 de febrero de 1930, demostraron poseer un pensamiento político superficial, revestido de candidez, ya que apoyaron un golpe de Estado liderado por Rafael Estrella Ureña, pero comandando por el jefe del Ejército, Rafael Leónidas Trujillo. Al poco tiempo caerían de rodillas frente a la toma del poder de Trujillo, que, blandiendo su tridente de demonio, asesinó por doquier a opositores indefensos.
Los integrantes de las capillas, en un principio intentaron, sin éxito, combatir solapadamente la nueva dominación fusionándose con otras entidades literarias; luego se sumaron como ningún otro ciudadano al despotismo más malvado del continente.
Terminado este breve recorrido por las páginas del interesante ensayo de Alejandro Paulino, es fácil advertir las causas de nuestra arritmia histórica y los métodos que deberíamos implementar para superarla.