Las adiciones han impactado el tejido social. Los daños colaterales que dejan han puesto en evidencia que muchos países y sistemas de salud no saben gerenciar el problema de las adiciones; ni prevenirlas, ni tratarlas, ni poner en funcionamientos programas de rehabilitación y reinserción psicosocial. Las personas con problemas por el uso o abuso de una adicción están demandando más camas hospitalarias, diagnósticos tempranos y programas comunitarios, que funcionen para la prevención de los adolescentes y jóvenes que son más vulnerables y riesgosos al consumo y a los patrones de conductas impulsivas.
Cuando se hablaba de las adicciones se pensaba solo en alcohol, marihuana, tabaco, cocaína, heroína, anfetaminas y psicofármacos. Sin embargo, las conductas e impulsos y autogratificaciones descontroladas, por una comida, actividad, o comportamientos, donde la persona pierde la capacidad de parar, detenerse, gerenciar o administrar, perdiendo el control. La impulsividad, es un síntoma común en todas las conductas adictivas, sin importar la sustancia, o el patrón del comportamiento a una actividad auto-gratificante. Hoy sabemos que la exposición repetida a una droga puede producir una sensibilización conductual y neuroquímica, incrementando el patrón de consumo o un circuito de recompensa y de refuerzo en la impulsividad por continuar consumiendo o desarrollando la conducta adictiva. Y, todo esto se produce por el sistema dopaminérgico, el neurotransmisor del placer y la autogratificación. Las adicciones como trastorno del control de los impulsos se dan en varias órdenes: primero, la actividad o consumo se da en mayor cantidad y por más tiempo de lo que la persona esperaba. Segundo, existe un persistente deseo o esfuerzo por disminuir el consumo, o la actividad impulsiva y no puede parar. Tercero, se emplea mucho tiempo en el consumo o la actividad adictiva, abandonando otras actividades. Pero también, a pesar de los daños, riesgos y consecuencias negativas de las adicciones, las personas no pueden detener, disminuir o dejar su patrón de actividad impulsiva.
Es decir, en el cerebro se encuentra todos los circuitos implicados en el aprendizaje de los estímulos condicionados que se dan en los patrones de conductas adictivas. Los adictos o enfermos a una adicción, no son personas de “pobre carácter”, “sin personalidad o con flojeras que no pueden controlar su condición”. Es una enfermedad química, cerebral que tiene factores heredo-familiar, psicosocial y cultural. Las adicciones se tratan y se utilizan programas profesionalizados para desintoxicar o rehabilitar a las personas.
Cientos de familias se encuentras sufriendo por un hijo o un padre con una adicción al juego, alcohol, cocaína, o heroína. Parejas atrapadas por las adicciones al consumo, al sexo, comida o redes sociales.
Cientos de jóvenes abandonan el proyecto de vida por la adicción a video juegos, marihuana, estasis, anfetaminas y otras drogas sintéticas queles impacta su salud mental y física. Los padrones de conductas adictivas están ocasionando daños colaterales que comprometen y hacen más vulnerables y riesgosas a las personas: depresión, suicidios, accidentes de tránsito, accidentes cerebrales, infartos, trastorno de ansiedad, divorcios, familias rotas, desempleo, ruinas económicas, infelicidad, sufrimiento y vacíos existenciales.
Cuando se tiene una conducta impulsiva en la que usted no puede gerenciar, administrar, posponer, o controlar; teniendo síntomas de abstinencias, póngale nombre a su adición: compras, redes sociales, comida, tabaco, alcohol, medicamentos, sexo, drogas ilegales, etc. Si existe en su familia riesgo biológico a las adiciones: abuelos, padres, tíos, hermanos, que han padecido de un trastorno adictivo, sus riegos aumentan.
La clave es prevenir, identificar la conducta impulsiva y buscar la ayuda. Esconder, negar, racionalizar o inferir el comportamiento adictivo, predispone a un trastorno crónico, recurrente, que termina en una dependencia, problematizando todas las áreas de su vida: póngale nombre y apellido a su adicción. Es importante que los padres controlen el tiempo de los videos juegos y del ciber espacio a sus hijos, que las personas puedan reflexionar cuando están teniendo impulsividad en las compras, o consumiendo de forma descontrolada.
La sociedad del consumo y la tecnología llegaron para quedarse, crecer y reproducir su uso en niños, adolescentes y adultos. Debido a que no existen las políticas públicas que puedan controlar o prevenir su uso y abuso. Le corresponde a cada persona ser responsable en la prevención, y en el estilo de vida saludable, para el bienestar familiar, social y personal.