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Popicracia. El peso político de José Francisco Peña Gómez y su innegable vinculación con los sectores populares garantizaban la adherencia electoral de una franja de la sociedad que, encontró en aspirantes presidenciales socialmente distante de las masas, la combinación perfecta en la búsqueda de la victoria. Por eso, los equilibrios entre los de arriba y un líder de masas, facilitaban que el “cuco” y “peligrosidad” no resultaran perturbador hasta que, en el año 1990, y sin una verdadera posibilidad de triunfo, la organización de mayor tradición democrática post dictadura oficializaba la aspiración presidencial del político capaz de retratar la posibilidad de colocar en la primera magistratura al exponente por excelencia de los excluidos.
Con la muerte del líder histórico en 1998, la organización partidaria se desconectaba de una asociación con segmentos fundamentales que garantizaban un amplio respaldo en barrios, callejones y sectores democráticos. Inclusive, el traumático trayecto de confrontaciones internas por el control de las siglas y estructuración del PRM, abrió las compuertas de una vieja organización que se redujo en la medida que los de abajo sentían una cúpula sin conexión con sus intereses y el nacimiento de un partido que estaba obligado a no reproducir los vicios y manías que condujeron a la bancarrota electoral al PRD.
El entusiasmo por derrotar al PLD provocó en el PRM la posposición de reformular la relación con los sectores populares y llenar el vacío ideológico, representado históricamente por Peña Gómez y defendido hasta el suspiro final por dirigentes como Hugo Tolentino, Tirso Mejía Ricart e Ivelisse Prats de Pérez. Así, la llegada al Gobierno en el 2020 coloca en primera línea del éxito a un gobernante con origen social similar a los presidentes Guzmán, Jorge Blanco e Hipólito Mejía sin que exista en la organización, la inteligente representación de un dirigente con potencialidad y/o en condiciones de hacer visible la representación de los de abajo.
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Sin líneas ideológicas definidas y el interés de que, desde el Gobierno, se impone un modelo de partido pautado por el Presidente, la noción de representación de los sectores populares queda radiada, y prevalece el criterio de utilizar las masas para edificar mayorías electorales pura y simplemente. Ahí se instaura la noción POPI, dándole cancha a una instrumentalización de franjas que no sienten el calor ni la cercanía indispensable para sentirse bien representadas en el poder.
El marcado interés POPI en el PRM, podrá exhibir el perfil de dirigentes socialmente preferidos por una élite y la gestión gubernamental. Ahora bien, a la hora de articular mayorías electorales, las distancias y noción del uso politiquero podrían jugar un papel trágico en las elecciones pautadas para el 2024. ¡Ojalá me equivoqué!