El momento culminante de la investidura presidencial en México viene precedido por 61 palabras.
En una ceremonia en la sede del Congreso en Ciudad de México, la persona que haya ganado las elecciones -Claudia Sheinbaum, en este año- hará una promesa de cumplimiento de la ley, tal y como lo dicta la Constitución.
El acto se llama «toma de protesta» ante la representación popular, los diputados y los senadores, que serán los encargados de tomar esa declaración a la primera mujer presidenta de México.
Contrario de lo que ocurre en otros países, en la ceremonia de investidura mexicana no hay un juramento ni se abre espacio a simbolismos religiosos, como evocar a Dios o usar una Biblia en el acto.
«Cuando México como Estado dejó su vínculo con la Iglesia, en el siglo XIX, todos esos signos que tenían que ver con el juramento religioso se cambiaron por una terminología liberal, que es la protesta», explica a BBC Mundo el analista jurídico Mario Melgar.
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Es por ello que para «protestar» el cargo, el presidente electo debe pronunciar las siguientes 61 palabras:
«Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, y desempeñar leal y patrióticamente el cargo de presidente de la República que el pueblo me ha conferido, mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión; y si así no lo hiciere, que la Nación me lo demande».
Después la presidenta recibirá la Banda Presidencial, la prenda con los colores de la bandera que viste el mandatario cuando toma el cargo y también en diversas ceremonias de gala, como el festejo de la Independencia o en recepciones de embajadores.
Como Melgar señala, el acto de la «toma de protesta» ante el Congreso es en realidad un ritual más que un acto legal.
«Es un formalismo, porque el poder cambia a las 00:00 horas. Los mandos militares entregan a esa hora el control del país y la fuerza del Estado», explica el doctor en Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Pero ¿por qué se dice que se «protesta» el cargo?
«Declarar o proclamar»
Juramentación, investidura o asunción son algunos de los términos más comunes en el idioma español para el acto político de asumir un cargo público como la presidencia.
En México se dice «protestar», una palabra cuyo significado más común es «expresar queja o disconformidad», según el Diccionario de la Lengua Española de la RAE.
Sin embargo, la palabra tiene otras acepciones que se encuadran con el acto que se realiza en México:
- Declarar o proclamar un propósito.
- Aseverar con ahínco y con firmeza.
Melgar señala que «semánticamente es lo mismo», pues «es sinónimo de juramento, pero no tiene esa connotación religiosa. No se jura, sino se protesta, se hace el compromiso, se promete».
Fuera de México, sin embargo, resulta llamativo que la palabra utilizada sea «protestar», por el uso más común de la acepción de «queja o disconformidad».
¿Y por qué no hay juramento?
Los cambios que ha tenido este protocolo presidencial reflejan también cómo México se fue transformando en un Estado laico, sin influencia de la Iglesia, a lo largo de su historia.
La Constitución de 1824, la primera del país independiente, marcaba un protocolo totalmente opuesto: declaraba que la religión del país «es y será perpetuamente la católica, apostólica y romana».
Entonces, el presidente entrante estaba obligado a decir: «Yo, ‘N’, nombrado presidente de los Estados-Unidos Mexicanos, juro por Dios y los Santos Evangelios…».
Para la década de 1850, México tuvo un conflicto bélico entre liberales y conservadores que desembocó en el triunfo de los primeros, que proclamaron la separación Estado-Iglesia.
Surgió entonces la Constitución de 1857, que mantuvo el acto de «jurar» pero eliminó las referencias religiosas: «Juro desempeñar leal y patrióticamente el encargo de presidente de los Estados Unidos Mexicanos, conforme a la Constitución, y mirando en todo por el bien y prosperidad de la Unión».
La promulgación de las Leyes de Reforma, posteriores a esa Constitución de 1857, terminaron por sustituir el «juramento» y en su lugar se especificó que el presidente debía «protestar».
La Constitución de 1917, vigente hasta la actualidad, eliminó cualquier simbolismo religioso.
Y así se ha mantenido desde entonces.