¿Por qué escasa vigilancia del virus en América Latina puede convertirse en un problema global?

¿Por qué escasa vigilancia del virus en América Latina puede convertirse en un problema global?

Brasil vive uno de los peores momentos de la pandemia, con un creciente número de contagios y muertes a causa de la covid-19.

El aumento en los casos en los últimos días se ha atribuido en parte a la propagación de una variante altamente contagiosa del virus, llamada P.1, que se cree que se originó en la ciudad amazónica de Manaos.

Los expertos advierten que lo que ocurre en Brasil es solo un ejemplo de la importancia de rastrear el surgimiento de variantes del virus SARS-CoV-2 en América Latina.

A este rastreo se lo conoce como vigilancia genómica, y, según los expertos consultados por BBC Mundo, es una tarea en la que América Latina está rezagada.

Los especialistas coinciden en que, aunque ha habido avances, en la región es necesario reforzar la vigilancia genómica y advierten sobre el riesgo de no hacerlo a gran escala.

«América Latina necesita una vigilancia genómica fuerte. En la mayoría de los países aún es mínima», escribió en Twitter a principios de marzo la epidemióloga Zulma Cucunubá, especialista en enfermedades infeccionas y salud pública del Imperial College de Londres, en Reino Unido.

«No sabemos qué está pasando con las variantes de SARS-CoV-2 en la región».

¿En qué consiste la vigilancia genómica y cuál es su estado en América Latina?

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La genética del virus

Cada virus de SARS-CoV-2 tiene un código genético que se expresa en una secuencia de 30.000 letras.

A ese conjunto de letras se lo conoce como el genoma del virus, y es el que le da las instrucciones para funcionar y transmitirse.

Además, esas letras funcionan como un «archivo histórico de la evolución del virus«, como explica Fernando González Candelas, catedrático de genética en la Universidad de Valencia, en España, en un artículo publicado en The Conversation.

Cada vez que el virus contagia a una nueva persona existe la posibilidad de que mute, una característica propia de los virus.

Así, los científicos pueden saber que un virus mutó al notar que alguna de las letras de su genoma cambió.

Las mutaciones ocurren todo el tiempo, pero cuando un grupo de virus comparten un mismo conjunto de mutaciones forman lo que se conoce como una variante.

Durante la pandemia se han identificado variantes del SARS-CoV-2 en varias partes del mundo.

Algunas de ellas son lo que técnicamente se conocen como «variantes de preocupación», porque tienen el potencial de ser más contagiosas, provocar una enfermedad más grave o reducir el efecto de las vacunas.

Hasta el momento, se han identificado al menos tres variantes de preocupación:

  • La B.1.1.7, identificada por primera vez en Reino Unido
  • La B.1.351, identificada por primera vez en Sudáfrica
  • La P.1, identificada por primera vez en Brasil

«El virus no es una unidad estática sino que está cambiando», le dice a BBC Mundo Julián Villabona, epidemiólogo molecular en el Centro de modelaje matemático de enfermedades infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.

«Si se le da la oportunidad, va a cambiar de formas que le permitan infectar a más personas o en algunos casos causar una enfermedad más grave».

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Rastrear las variantes

Estas variantes se han identificado gracias a que los científicos comparten miles de genomas del virus en una gran base de datos mundial.

Esa base de datos se llama GISAID (siglas de Global Initiative on Sharing All Influenza Data, Iniciativa Global para Compartir todos los Datos de la Influenza, en español).

Su nombre se debe a que originalmente fue creada para vigilar el genoma del virus de la influenza.

Lo que los investigadores hacen en GISAID es depositar las 30.000 letras del virus que infectó a cada persona que logran registrar.

En lo que llevamos de la pandemia, los expertos han aprendido que el SARS-CoV-2 acumula de una a dos mutaciones por mes, según explica Villabona.

Así, la vigilancia genómica debe revisar las 30.000 letras del virus que infecta a cada persona y observar qué cambios ha habido respecto al virus de otras personas.

«La genómica es la única tecnología que nos permite identificar las nuevas variantes que nos preocupan», le dice a BBC Mundo Catalina López Correa, médica especialista en genética y directora ejecutiva de la Red Canadiense de Genómica de covid-19 (CanCOGeN).

«Si no entendemos qué variantes tenemos y cómo se están transmitiendo, tenemos el riesgo de que en algún punto las vacunas no sean eficaces«.

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Por su parte, Villabona añade que «la vigilancia genómica permite estar atentos a que el virus no cambie en formas que compliquen la situación, y que si está cambiando se puedan activar estrategias para reducir el impacto».

La ecuación es clara: a mayor número de variantes, es posible que aumente el número de contagios; y a mayor número de contagios, mayor probabilidad de que aparezcan nuevas variantes.

La vigilancia en América Latina

La vigilancia genómica del SARS-CoV-2 en América Latina «está en estado embrionario», en palabras de López Correa.

La experta comenta que Reino Unido, por ejemplo, ha registrado cerca de 300.000 genomas del virus en GISAID. Canadá ha registrado más de 22.000.

Hasta el 22 de marzo América Latina y el Caribe, en conjunto, había registrado menos de 14.000, según la Red Regional de Vigilancia Genómica de covid-19, que cuenta con el respaldo de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Al 31 de marzo, GISAID registraba más de 940.000 secuencias del SARS-CoV-2 en su plataforma a nivel global.

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López Correa destaca que, en América Latina, países como México y Brasil lideran el número de secuencias registradas, y que en Colombia, Perú y Ecuador el número de genomas reportados va aumentando poco a poco.

La experta, sin embargo, advierte que «vamos lento«.

«Creo que en América Latina no estamos siendo muy conscientes de lo importante que es la vigilancia genómica».

Por su parte, Villabona sostiene que el número de genomas reportados desde América Latina es muy bajo respecto al número total de casos de covid-19 en la región, que ronda los 24 millones de contagios.

«En América Latina hay la posibilidad de que existan variantes que no han sido reportadas y que sean responsables de una fracción importante de los casos», dice Villabona.

«Eso no se puede saber, porque no existen los datos genéticos…con ese número de secuencias que tenemos no se puede calcular».

En una rueda de prensa el 23 de marzo, la OPS dijo que está apoyando a los países de América Latina para fortalecer su capacidad de vigilancia del virus, y que uno de sus principales objetivos es ampliar esa red de rastreo con nuevos laboratorios, fondos y asistencia técnica.

Prioridad

Los expertos coinciden en que América Latina tiene a personas capacitadas para hacer una mayor vigilancia genómica.

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López Correa, sin embargo, sostiene que «faltan recursos y darle prioridad desde un punto de vista estratégico y político».

La experta indica que la vigilancia genómica es una herramienta importante para tomar decisiones de salud pública como los confinamientos, por ejemplo.

«En este momento la vacunación y la vigilancia son igualmente importantes», dice.

Por su parte, Villabona sostiene que hasta el momento América Latina se ha centrado en vigilar si hay presencia de una variante de otra región, pero que debería hacerse un mayor esfuerzo por saber si una variante del propio continente tiene el mismo efecto.

En Brasil, por ejemplo, fue importante que desde hace unos años se hubiera creado un programa de vigilancia genómica de virus como el del dengue, el zika o la fiebre amarilla.

Según explica Villabona, gracias a que ya existía esa infraestructura, se pudo adaptar para rastrear el genoma del coronavirus.

Finalmente, aunque los expertos insisten en que los gobiernos de cada país prioricen la secuencia genómica a nivel nacional, el tema de la vigilancia debe verse como un asunto de cooperación global.

Si en un país no se hace una adecuada vigilancia de las posibles variantes, se puede volver un problema de salud pública a nivel global.

«Para el virus no hay fronteras», concluye López Correa.

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