A lo largo de mi corta existencia terrenal, no había sido testigo de que un ciclo recesivo haya sido anunciado con tanta antelación como el que se pronostica para la economía estadounidense a corto y mediano plazo. Muchos analistas, tanto en Wall Street como en Main Street, han estado pronosticando una recesión para la economía estadounidense, incluyendo este servidor. Algunos han sido más osados y han estado pregonando dicho pronóstico fatalista desde finales del año 2020.
De igual manera, muchos se preguntan: ¿por qué no ha llegado la tan ansiada recesión a la economía estadounidense? El principal factor por ponderar para responder a dicha interrogante es el peso indefectible que ha tenido el gasto público. Las asignaciones de recursos para el pago de seguro de desempleo, paquetes de estímulos que brindaron durante la pandemia, y otros incentivos de índole financiera en gran medida han suavizado los efectos negativos de la inflación y el aumento de las tasas de interés para la mayoría de los consumidores estadounidenses.
La teoría económica nos indicaba que un aumento de tasas de interés por parte de la Reserva Federal iba a provocar un ciclo recesivo ipso facto debido al enfriamiento de la demanda agregada. Sin embargo, otros factores han influido para dilatar dicho proceso. Por ejemplo, el bajo inventario de viviendas y la incertidumbre por parte de las empresas de recortar empleos tras la reciente escasez de mano de obra han postergado el ciclo recesivo. Pero tampoco es menos cierto que algunos desequilibrios económicos están haciendo acto de presencia: los préstamos bancarios han disminuido durante tres trimestres consecutivos, según la Reserva Federal de St. Louis.
La composición de la cartera jugará un rol estelar en el desenvolvimiento de la próxima recesión. La morosidad en las tarjetas de crédito ha aumentado, al igual que la morosidad en los préstamos para automóviles. Otro elemento que tiende a pasar desapercibido es el elefante blanco en que se han convertido los bienes raíces comerciales después de la pandemia y su efecto dominó en el sistema bancario estadounidense. En ese sector, la multiplicidad de factores que se han conjugado para su deterioro ha creado una bomba de tiempo. La combinación de reducción de personal por parte de las empresas, la negativa de muchos empleados de regresar a las oficinas y, por ende, la reducción de los contratos de arrendamientos podría significar un desastre para muchos préstamos comerciales que están venciendo y que probablemente sean refinanciados a tasas de interés mucho más altas dado el escenario actual de la política monetaria.
La política monetaria llevada a cabo por la Reserva Federal en los últimos años ha impedido el ciclo recesivo prolongado. El estado de situación de la Reserva Federal ha aumentado de manera exponencial en los últimos 25 años, pasando de US$ 500,000 millones a finales de la década de 1990 a un máximo histórico de US$8.9 billones en abril de 2022. Cabe destacar que, en los últimos 25 años, la Reserva Federal ha logrado mantener la inflación anclada en torno a su rango meta del 2% promedio, incluso incluyendo los últimos tres años donde la inflación se ha desbordado. Por consiguiente, esto nos lleva a realizarnos la siguiente pregunta: ¿cómo logró la Reserva Federal aumentar su balance casi 18 veces sin provocar un aumento significativo y duradero de la inflación?
La respuesta a esta interrogante es que las operaciones de liquidez que se utilizaron para absorber el exceso de liquidez generado por el alivio cuantitativo o Quantitative Easing (QE). La mayor parte del exceso de liquidez creado por la Reserva Federal terminó en los bancos y luego esencialmente se depositó nuevamente en la Reserva Federal, donde obtuvo una tasa de interés llamada Tasa de Interés sobre el exceso de reservas (IOER, por sus siglas en inglés) después de la crisis financiera global de 2008. Es bueno acotar que el dinero en circulación no creció tan rápido en comparación con el balance de la Reserva Federal durante ese período.
Adicionalmente, parte de ese exceso de liquidez también terminó en fondos mutuos del mercado monetario (MMF, por sus siglas en inglés). Esto le permitió a la Reserva Federal crear un mecanismo para permitir que los MMF ganaran intereses en la Reserva Federal a través de acuerdos de recompra. En su punto más álgido, los MMF estadounidenses mantuvieron poco más de US$ 2.2 billones en repos en la Reserva Federal en marzo de 2023. Sin embargo, en la actualidad, el uso de esta facilidad repo por parte de los MMF estadounidenses se ha desplomado a poco más de US$600,000 millones en enero de 2024, cuando la Reserva Federal redujo su estado de situación a US$7.6 billones. De hecho, los MMF han realizado la mayor parte del ajuste del sistema financiero estadounidense hasta el momento.
Finalmente, dado el desbarajuste en la política fiscal y monetaria estadounidense, no sería descabellado pronosticar una recesión en el corto o mediano plazo, por lo que la exuberancia que se vive en Wall Street en estos momentos no es más que un espejismo de lo que está por venir. La historia nos indica que cuando hay un exceso de liquidez provocado por la emisión masiva de dinero inorgánico, lo mejor es hacer nuestras inversiones en dinero duro como el oro, y otros metales, así como en bienes duraderos como bienes raíces, pero en este caso evitando el área comercial, así como activos de última generación. Un escenario como el actual hace plausible una recomposición de los portafolios de inversión.