Rectificación histórica: Academia Militar Batalla de las Carreras, no; Academia Militar General Antonio Duvergé, sí
§ 1. Como me voy a basar en el único libro histórico que conozco hasta ahora escrito por un dominicano en el que se reduce a su verdadera dimensión el hecho histórico conocido como Batalla de las Carreras, aclaro de inmediato que mi relación con Joaquín Balaguer fue siempre, y ha sido hasta hoy, de tipo intelectual, y a distancia, puesto que personalmente no le conocí ni le traté, aunque en los años 1967 le vi varias veces como reportero que cubrió en aquellas fechas la fuente del Palacio Nacional y en uno que otro viaje durante su campaña electoral para las elecciones de 1970 en un campo de Baní y en Puerto Plata.
§ 2. El libro al que me refiero se titula El centinela de la frontera. Vida y hazañas de Antonio Duvergé (México: Fuentes, 1962). En razón de la fecha de aparición de la obra, conjeturo que su preparación le llevó algunos años de investigación al autor, dadas sus múltiples ocupaciones como secretario de Educación, secretario de la Presidencia, vicepresidente y presidente de la República y del Consejo de Estado luego de la muerte de Trujillo hasta su exilio en Puerto Rico a partir del 8 de marzo de 1962, y más tarde en Nueva York, víctima del proceso de lucha de destrujillización llevado a cabo por la Unión Cívica Nacional, el 14 de Junio, algunos sectores militares afines al Partido Revolucionario Dominicano, así como la aversión de la Embajada americana que ya había agotado con éxito el plan de transición del binomio Ramfis-Balaguer diseñado por el Departamento de Estado, con la huida del primero hacia París el 18 de noviembre de 1961.
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§ 3. Sitúo el origen de esta obra de Balaguer, que no quiso publicar por los riesgos políticos que pudo acarrearle de parte de Trujillo y del propio Ramfis, dueño y señor de la Aviación Militar Dominicana y su buque insignia la Academia Militar Batalla de las Carreras, como una respuesta tardía a la encuesta para exaltar el papel histórico de Pedro Santana, consulta iniciada entre la intelectualidad trujillista en 1956 en el periódico El Caribe por órdenes del dictador, al igual que la encuesta que ese mismo periódico realizó en 1957 para desmeritar la obra de Eugenio María de Hostos. La ideología de estas dos encuestas ha sido bien analizada por Andrés L. Mateo en su libro Mito y cultura en la era de Trujillo (Santo Domingo: De Colores, 1993): realzar un nuevo modelo de educación entregado a la Iglesia católica dominicana en virtud del Concordato firmado por Trujillo en persona en el Vaticano en 1954 y, frente al vigésimo aniversario de la matanza haitiana, era lógico el realzar la figura de Trujillo como el más grande continuador de la obra de Santana de expulsión de los haitianos del territorio dominicano y rescatar la Anexión a España como un gesto de engrandecimiento de la nacionalidad dominicana ratificado con la visita de Trujillo al dictador Francisco Franco en 1954.
§ 4. Pero el valor singular de la obra de Balaguer sobre Duvergé, cuya recepción masiva ha sido el silencio total tanto de parte de los distintos Gobiernos que se han turnado en el poder desde el ajusticiamiento de Trujillo; de parte de los diferentes secretarios de Estado de las Fuerzas Armadas y de la intelectualidad dominicana, radica en haber sido el primero que desmontó la falsedad de la batalla de Las Carreras como gesta gloriosa atribuida al general Pedro Santana. Y sitúa Balaguer dicha falsía a partir del reparto del poder que, para eliminar de cualquier vuelta al Gobierno del partido duartista, pactaron Santana y Buenaventura Báez, lo que desembocó en el título que Báez, como jefe del Congreso unicameral, otorgó a Santana como “Libertador de la Patria” y Báez fue reciprocado con la presidencia de la República cuando Santana le propinó el golpe de Estado al presidente constitucional Manuel Jimenes el 29 de mayo de 1849. A partir de esa fecha se inicia en el país, hasta el día de hoy, la concepción de la política como combalache y negocio entre estos dos jefes facciosos que se turnarán en el poder hasta la Anexión a España en 1861, con la que siempre estuvieron de acuerdo. Ese título de “Libertador de la Patria” era el que Santana y sus fanáticos esperaban para opacar a Duvergé, Puello, Sánchez y los demás jefes militares que sostuvieron desde 1844 a 1849 la lucha encarnizada para mantener a raya a las distintas invasiones haitianas del territorio dominicano y preservar con esto la independencia de febrero de 1844.
§ 5. ¿Por qué Santana y sus ministros fanáticos necesitaban borrar las hazañas de Duvergé, Puello, Sánchez y sus coroneles en la frontera? Lo dice el mismo Balaguer en su obra: para atribuirle la única grandeza de la lucha contra el invasor haitiano al general Pedro Santana y así acumular poder político, riqueza y gloria, el único interés de este militar y político a quien el autor acusa de ser un tártaro. Establecido por los historiadores anteriores a Balaguer, por Balaguer mismo que ahonda más en los hechos y por los partes militares enviados desde los frentes de batalla al ministro de Defensa Román Franco Bidó, todos certifican que el único hecho de armas en el que participó Santana fue en la batalla del 19 de marzo, pero “el plan de batalla fue trazado por Duvergé con certero instinto militar» (Op. citada, p. 38) y en esa batalla, prosigue Balaguer, «Duvergé, quien tenía personalmente a su cargo la defensa de esa posición ordenó un ataque en masa al arma blanca”. (Op. citado, 39). Emiliano Tejera, único historiador sin prejuicio en contra de Santana, citado por Balaguer (Op. citada, 130) señala que «Santana, en los 13 años de guerra activa contra Haití sólo oyó los tiros del enemigo dos veces: en Azua, de donde se derrotó después de haber vencido, exponiendo con esto la independencia de la República, y en Las Carreras, en donde peleaba como la retaguardia de un ejército que se retiraba».
Y como colofón, para que soldados de la Academia Militar Batalla de las Carreras y sus jefes superiores analicen las acciones de ambos jefes y determinen si ese centro de enseñanza debe llevar semejante nombre, dice Balaguer: «El triunfo obtenido por las tropas dominicanas en su primera función de armas realmente importante, se debió más que a la pericia del General en Jefe del Ejército Libertador, [y ]a la intrepidez de los oficiales que le asistieron en el campo de batalla. Pedro Santana, todavía sin experiencia en el arte de la guerra, tuvo la fortuna de contar, en la victoria del 19 de marzo, con el valor y la energía de varios oficiales que recibieron en esa jornada las consagraciones de la epopeya: Vicente Noble, Manuel Mora, Juan Esteban Ceara y Antonio Duvergé, el más brillante de esa legión de titanes por el ímpetu en la acción, por el valor casi suicida con que presentó siempre el pecho al enemigo, por la ejemplar modestia de su conducta de soldado obediente a sus superiores en mando, por la fe con que sostuvo la bandera de la libertad en los campos de batalla, por el heroísmo sin mancha que resplandece en toda su historia militar y por la incansable energía con que contuvo en las fronteras durante los años más inciertos y difíciles, las invasiones haitianas». (Op. citada, 39-40).
Síntesis y justificación
§ 6. Contrariamente a la batalla del 19 de Marzo, no solo para Balaguer, sino para el propio Pedro Santana que confiesa que no participó en la mal llamada batalla de las Carreras, esta se redujo a tres escaramuzas. Dice Balaguer: «‘Las Carreras’ no fue una batalla campal sino una serie de tres escaramuzas cuya importancia, desde el punto de vista militar, fue evidentemente secundaria. El ejército de Souloque, cuando se posesionó de los cerros que rodean las llanuras inmediatas al río Ocoa, se hallaba semidestruido por los golpes que recibió en El Número y se batía en plena retirada (…) El propio Santana ha descrito, en los partes de guerra que dirigió al general Román Franco Bidó, ministro de Guerra y Marina, las tres escaramuzas que los historiadores han reunido después bajo la denominación de ‘Batalla de las Carreras’. (…) La segunda escaramuza tuvo efecto el 21 de abril. Hasta la una de la tarde de ese día, el ejército dominicano permaneció a la expectativa, espiando los movimientos del enemigo. Al fin, a las cinco y media de la tarde ya próxima la noche, ocasión que la tropa enemiga esperaba con impaciencia para saciar su sed en las orillas del río, Geffrard tomó la iniciativa. Los escuadrones haitianos bajaron de los cerros para caer en el ‘Hato de la Carrera’, propiedad de José María Caminero, a la sazón ministro de Relaciones Exteriores. El combate duró alrededor de una hora y culminó con un asalto al arma blanca en que participan el coronel Francisco Domínguez, el teniente coronel Blas Maldonado, el teniente coronel Marcos Evangelista y el teniente coronel Antonio Sosa. El mayor rasgo de heroísmo que se registró en esta rápida función de armas lo protagonizó un general haitiano, Louis Michel, quien luchó al pie de su cañón hasta caer con el pecho perforado por la lanza de Cleto Villavicencio, soldado del batallón de Higüey. Santana, según su propia confesión, llegó cuando sonaban los últimos tiros, fuertemente escoltado por la caballería mandada por el coronel Pascual Ferrer». (Op. citada, 127-128).
La tercera escaramuza fue, aunque pequeña, al igual que los dos anteriores, un hecho histórico. Balaguer lo describe del siguiente modo, incluso citando los partes del propio Santana: «La tercera escaramuza se registró el 23 de abril. Después de cuarenta y seis horas de inacción, el ejercito dominicano tomó por primera vez la iniciativa con el envío de dos guerrillas que salieron del campamento a las dos de la tarde con encargo de explorar el campo y de hostilizar al enemigo. La primera guerrilla, dirigida por comandante Aniceto Martínez, se acercó heroicamente, según el parte de Santana, a los cañones emplazados en uno de los cerros por el ejército haitiano, y se retiró sin bajas y sin haber logrado su objetivo; y la segunda guerrilla, comandada a su vez por los intrépidos banilejos Bruno Aquino y Bruno del Rosario, se limitó a ocasionar algunas bajas al enemigo sin ninguna otra consecuencia (…) Las tropas haitianas se retiraron al amanecer del siguiente día 24 de abril, sin ser molestadas, pero dejando en el campo toda su artillería y algunos caballos que no fueron hallados debido a la precipitación con que se emprendió la fuga (…) No existió pues, si no mienten los partes oficiales firmados por Santana, la batalla de Las Carreras. Las tres escaramuzas conocidas con ese nombre fueron después abultadas, con fines exclusivamente políticos, para glorificar a Santana y ofrecerle, bajo la impresión de un triunfo espectacular, el precio que siempre persiguió en sus campañas militares: poder, riqueza y honores». (Op. citada, 128-129).
Por considerarlo de interés para los cadetes que, una vez convertidos en jefes superiores deberán restablecer en el futuro la verdad histórica, despojando de falsías y camándulas las mentiras y los mitos que, tenidos por verdades, tuercen la historia en beneficio de la clientela que sobrevive hoy fiel al autoritarismo de Santana, Báez, Lilís, Trujillo y todos los de su calaña que usaron el poder para acumular poder, riqueza y honores, copio el parte de Santana sobre la inexistente batalla de Las Carreras. Dice Santana, citado por Balaguer, en el parte al ministro de Guerra y Marina, a quien no puede mentir por ser conocedores ambos de los secretos y artificios de la guerra: «Santana es categórico cuando anuncia, en su parte al ministro Román F.[ranco] Bidó, la hora en que se apersonó en el campo de la acción: «Después de cerca de una hora de un combate tan desigual, nuestras tropas, con sus beneméritos jefes a la cabeza, cargaron sobre la artillería enemiga, y metiendo mano al arma blanca, se apoderaron de ella al mismo tiempo que llegué yo con la caballería que estaba al mando del coronel Pascual Ferrer». Es decir, que Santana llegó fresquecito, de su cuartel de Sabana Buey, descansado, luego de que los acontecimientos bélicos habían cesado con el triunfo de los dominicanos y la retirada de las tropas haitianas luego de las tres escaramuzas. Santana no le puede mentir el ministro Franco Bidó, porque de hacerlo, hubiese sido desmentido por los propios protagonistas coroneles Duvergé, Domínguez, Sosa, Evangelista, Martínez, Maldonado y hasta por el propio Villavicencio.
A quienes tengan poder para hacerlo, en este artículo y en el libro de Balaguer están citadas las acciones bélicas y el accionar político de Santana en la historia del país en contra de la democracia y la soberanía del país y solo las contradicciones políticas de un intelectual pequeño burgués como Balaguer que necesitaba votos para su campaña electoral explican la posición contra Santana en este libro a favor de Duvergé y el hecho contrario y contraproducente, divisor de la sociedad dominicana, de llevar los restos de Santana al Panteón Nacional. Es de rectificación histórica llevar esos restos de Santana a la iglesia de El Seibo y como lo de la batalla de las Carreras fue un hecho inexistente falsificado por historiadores venales al autoritarismo de Santana y Trujillo es de justicia rebautizar con el nombre de General Antonio Duvergé Duval la Academia Batallas de las Carreras.(Continuará).