Una de las características que distingue a los mamíferos de otras especies de vertebrados es la de aportar el alimento a las crías por medio de glándulas secretoras especializadas denominadas mamas. Dicha fuente nutricional se continúa hasta que los descendientes estén capacitados para buscarse su propio sustento. La mamá no sólo provee fuentes calóricas, sino que además dona anticuerpos o defensas contra determinadas enfermedades. Pudiésemos decir que biológicamente hablando el masculino participa de forma activa durante la fecundación, siendo la femenina responsable de seguir el proceso más allá del nacimiento. En la mitología griega Asclepio a quien los romanos llamaban Esculapio fue reconocido como la deidad de la medicina, mientras que en Egipto lo fue Imhotep. Más allá del mito en el siglo 460 de la era cristiana se reconoce a Hipócrates como el padre del arte de curar en el mundo occidental. Al momento de nuestra investidura el 29 de octubre de 1967 recuerdo el compromiso asumido en la Primada Universidad Autónoma de Santo Domingo. Era nada más y nada menos que el juramento hipocrático que rezaba: 1. Consagraré mi vida al servicio de la humanidad. 2. Guardaré a mis maestros el debido respeto y gratitud. 3. Practicaré mi profesión con conciencia y dignidad. 4. La salud de mis pacientes será el objetivo prioritario de mi trabajo. 5. Respetaré los secretos que me fueron confiados en todo aquello que con ocasión o a consecuencia de mi profesión pudiera haber conocido y que no deba ser revelado. 6. Consideraré a mis colegas como a mis propios hermanos y no formularé a la ligera juicios contra ellos que pudieran lesionar su honorabilidad y prestigio.
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Con el transcurrir de los años en distintos países se han ido modificando y agregando acápites con la finalidad de ir ajustando la práctica médica a las realidades sociales, económicas y políticas predominantes. Los avances tecnológicos han permitido incorporar nuevas modalidades exploratorias del cuerpo humano como son las imágenes tomográficas, la resonancia magnética, ecocardiografía, genética molecular y un gran etcétera que han reducido el valor del tiempo dedicado a oír detalladamente todas las quejas de los enfermos. Aquella expresión del facultativo William Osler que decía: “Oigamos con atención al paciente que nos está relatando su diagnóstico” es ya casi parte de la historia de la medicina. Ensimismados y casi hipnotizados por el péndulo del clásico reloj como medida del tiempo, hemos ignorado la presencia del reloj atómico, la computación cuántica y la inteligencia artificial. La robotización quirúrgica y el mapeo genómico sobrepasan la precisión del manejo y el adelanto diagnóstico de males no sospechados. Nuevos algoritmos son capaces de sugerirnos pruebas clínicas útiles y necesarias para un correcto tratamiento individualizado de una dolencia. El expediente electrónico es regulado por la jurisprudencia de cada país. Contamos con una nomenclatura internacional de las enfermedades, amén de traductores a decenas de idiomas de modo instantáneo. Los viajes intercontinentales y la rápida movilidad han permitido que un virus detectado en Asia se disemine por occidente en un corto periodo de tiempo como ha sido el caso de la pandemia del Coronavirus. Las actuales demandas médicas por supuesta mala práctica son solo un signo local de paradigmas muy conocidos en el mundo desarrollado.