AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ
El ideal de trascendencia ética e intelectual de la condición humana traspasa las prácticas artísticas comprometidas contemporáneas. Desde luego, este ideal también lo hizo con el arte antiguo, con el clásico y el con el primordial de hace más de 40.000 años. Esto nos dice que la obra de arte puede ser una fuerza prodigiosa si nos aproximamos a ella como materialización sublime de las formas especializadas de la imaginación y del pensamiento crítico.
El arte contemporáneo es un océano fantasma que nos incita y excita con sus oleadas sucesivas de elaboraciones metafóricas. Ficciones que actúan más bien como vigilias o fricciones revivificadoras de la sensibilidad, incidiendo críticamente a través de una especie de puesta en imagen de la intrínseca precariedad que soporta las estructuras políticas del Establishment. La incidencia se registra también sobre el necesario despertar de la eticidad. Despertar que nos permitirá cruzar sobre los tóxicos desiertos de la depresión, la banalidad, la barbarie y la desesperación.
Objecthood: Visions in contemporary art, fue una de las más significativas exposiciones colectivas presentadas en Winwood Art District en el contexto de Art Basel Miami Beach 07 .Con un cuerpo de obras lúcidas y resistentes, destacando los implicantes trabajos de Aisen Chacin, Alette Simmons-Jiménez, Hye Rim Lee, Nina Dotti, Pepe López, Grimanesa Amorós, Adriana Carvalho, Andrés Michelena, Ena Marrero, Juan-Si, Rafael González Moreno, Rogelio Báez-Vega, Jonathan Steim, Leszek Knafleswski y Sydia Reyes.
La precisión curatorial permitió a Milagros Bello reunir los elementos suficientes para desvelar las complejas y reactivas elaboraciones metafóricas que admite la precariedad de lo real a través de las poéticas de una serie de artistas visuales que en el contexto global no s?lo exploran sobre la función y el poder táctil, sino también sobre la misma susceptibilidad de los objetos en el arte contemporáneo. Asimismo, HACS presento en su sala 3 Armed Response, inocente y provocadora insta lación a base de muñecas y maniquíes, de Julianne Rose, artista australiana residente en París, cuya obra examina los perversos efectos de la cultura de la violencia en los espacios vitales de la niñez de la poshumanidad.
El discurso poscapitalista del goce de la violencia proclama la celebración de los discursos amo vigentes; promueve opciones hedonistas resistentes al fortalecimiento de los lazos sociales y solidarios; modalidades y estilos de vida fijadas al consumo hasta lo adictivo; la medicalización, judicialización y reclutamiento militar cada vez más temprano de los jóvenes adolescentes, así como el asesinato en masa, la inmolación, el suicidio y el odio televisados.
Lo que no se puede evitar frente a propuestas como a las que HACS sirve de plataforma es persistir sobre la cuestión de si realmente constituye la violencia el fundamento de la civilización occidental. Las respuestas de muchos de los más lúcidos creadores y pensadores de la actualidad nos advierten que las razones de la violencia parecerían enfrentarnos a una situación humana inescrutable. Un orden terriblemente mixtificado que proclama y celebra primordialmente la competencia, el individualismo, la esquizofrenia, el miedo y el autoritarismo. El precio total que reclama este orden es la libertad, la integridad, la vida misma. Y la vía que establece para cobrarlo es la solución final: el ataque digital de decapitación. .
Las prácticas artísticas contemporáneas constituyen auténticas acciones de contraviolencia en la era del vacío y de la guerra globalizada. Se trata de prácticas comprometidas reactivándose desde la reflexión sobre las relaciones de poder que definen las condiciones sociales, políticas y biotecnológicas que proclaman el folklore de la posmetrópolis: los mismos conceptos de metafísicos de realidad, realidades e irrealidad. A través de tales prácticas, los artistas y las instancias sociales que las asumen, lo hacen, entre otras cosas, como un llamado a la subversión contra toda uniformidad y contra todos los fundamentalismos.