La resistencia respecto del voto de los dominicanos en el exterior obedece a un histórico prejuicio. En esencia, las élites locales ni entienden y menos conocen las características y evolución del proceso de masificación de la diáspora.
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En el terreno de los hechos, el factor económico ha sido el común denominador de la salida del terruño nativo. Por eso, cuando el triunfo toca las puertas de nuestros compatriotas en el exterior, su avance en medio de reglas desfavorables, constituye una bofetada a la noción del éxito insaturada localmente. Aquí, el ascenso o desarrollo financiero obedece a factores que predeterminan fortunas y crecimiento patrimonial. Y allá, en el frío y las distancias, salvo una minoría que rompe los parámetros de comportamientos correctos, los hermanos dominicanos demuestran con excepcional capacidad lo que en su tierra se le negó. En la medida que se masificó su presencia en Estados Unidos, Europa o en la proximidad de tierras caribeñas, la economía local sintió su importancia. Lo cierto es que representan un sostén importante en las finanzas nacionales. Ahora bien, su contribución no guarda relación con el ejercicio de derechos, conseguidos producto de lo que representan, casi siempre, anulados e incidentados. Culturalmente, allá toman una mayor conciencia de sus derechos. Desarrollan capacidad cuestionadora y al no depender de los resortes del poder local, tienden a profundizar un sentido crítico del funcionamiento institucional del país. De ahí los riesgos que representan frente a políticos del patio, aptos para recibir sus recursos, y una vez conseguido el gobierno, el desdén como respuesta. Salvo reconocidas excepciones, en el ámbito consular y diplomático no los toman en cuenta. De paso, envían desde el país a representantes que no conocen la realidad de esas demarcaciones, generando frustración y encono. Y ahora, como de costumbre, están utilizando un silencio cómplice para impedir que los procesos internos de los partidos involucren el voto de la diáspora. Creen que no es » oportuno» y se dificultan los «recursos «, pero en el fondo es el interés de circuitos partidarios que saben perfectamente la capacidad de castigar los malos tratos y fatales consecuencias de los perfectos exponentes de burlas a la diáspora. El recurso técnico ante las negativas a permitir el voto de los dominicanos en el exterior tiene en el amparo ante el TSE una alternativa institucional. Hacerlo es lo decente. No obstante, debemos prepararnos para las embestidas de un poder que, no sabe jugar, con reglas de competencia igualitarias.