El cadáver de Jezabel será como un abono que se esparce y ni siquiera se podrá decir: Esta es Jezabel. 2 Reyes 9: 37
Nuestra guerra no termina aunque estemos ungidos. Al contrario, a mayor unción, mayor es la guerra que tenemos que enfrentar, porque el enemigo no la tolera. Él sabe que un hombre o una mujer de Dios con unción traerá libertad para los que están cautivos.
Pero si nos descuidamos, esta puede debilitarse, por causa de las batallas. Luego, en un momento en que estemos débiles, el enemigo se fortalece y nos ataca hasta destruirnos. Así que no nos confiemos tanto en la unción, sino busquemos cómo hacerla más fuerte.
Elías era un hombre de Dios, ungido, profeta. Mató 450 profetas de Baal, pero esta batalla lo debilitó hasta tal extremo que Jezabel lo llenó de temor y lo hizo esconderse para que jamás pudiera levantarse.
Así que, conociendo los planes que ella tiene de destrucción en contra de nuestra vida, nuestro hogar, nuestro ministerio, necesitamos revestirnos de la unción de Jehú, para cuando venga a atacar la unción que tenemos, esta sea tan poderosa que la derribe al instante, sin quedar rastro de ella.