Ignacio María González, cuyo nombre ha recorrido en rótulos la Capital desde la Ciudad Colonial hasta el Ensanche Naco, fue uno de los pocos gobernantes honestos que tuvo la República Dominicana y su pura y digna trayectoria demuestra que buscó el poder para el bienestar colectivo, por encima de procurar riquezas personales. Gobernó en cinco períodos.
Cuando dejó este mundo las crónicas y los artículos periodísticos coincidieron en afirmar: “Este venerable anciano muere hoy ¡pobre, pobre! en un país donde un momento de actuación en la política basta para adquirir una fortuna”
Vivió y murió en casa alquilada.
El rasgo más distintivo del mandatario fue su defensa de la soberanía y de la integridad del territorio dominicano.
Contaba apenas 32 años de edad cuando en 1873, mediante una fusión de su Partido Verde con sus contrarios, los Rojos, promovió la Revolución Unionista que dio al traste con el Gobierno de Buenaventura Báez, afanado en perpetuarse en el poder y González quedó como “Jefe Supremo de la República”.
Fue Presidente, además, en 1874; del 11 de noviembre al 9 de diciembre de 1876; del 6 de julio al 2 de septiembre de 1878. Su periodo más prolongado de gestión fue del 28 de noviembre de 1873 al 23 de febrero de 1876. Es el dominicano que estuvo en la Presidencia de la República por más breves periodos. Las revueltas intestinas lo derrocaban.
Fue además diputado al Congreso Nacional, gobernador de Puerto Plata, secretario de Relaciones Exteriores, Ministro Plenipotenciario de la República en Haití, senador por la provincia de La Vega.
El gobernante se mantuvo siempre al frente de la autonomía de la República, negado a cederla o hipotecarla. Tiene la gloria de haber anulado el decreto de arrendamiento de la siempre codiciada Península y Bahía de Samaná, en marzo de 1874, y de haberse enfrentado al dictador Ulises Heureaux cuando este hizo públicos iguales intentos al reanudar acuerdos con Estados Unidos en 1892.
“Pero el ministro de Relaciones Exteriores, general Ignacio María González, se opuso rotundamente a cualquier negociación tendente a lesionar la integridad territorial dominicana”, consigna Jaime Domínguez.
“Nunca se enfermó”. Hace unos años fue entrevistada Ligia Sánchez Limardo, biznieta del bondadoso expresidente aunque prácticamente nieta porque González fue quien se hizo cargo de su padre huérfano, Enrique Sánchez González. La dama reveló facetas humanas de su insigne antepasado.
“Papá decía que era un padre extraordinario, que nunca le dio una pela, le pegaba con una media. Adoraba a sus nietos pero él era el favorito”.
Sánchez González tenía 14 años cuando falleció su padre-abuelo quien, a pesar de que lo consentía, lo estimuló a realizar sus estudios de Derecho.
“Lilís mandaba con mi bisabuelo a todos los sobrinos a Curazao y a Puerto Rico y ahí él conoció a mi bisabuela Dolores Roselló, su esposa”, relató Ligia.
No obstante, aclaró que este era contrario a Heureaux. “Él fue quien se opuso a la cesión de Samaná y por eso tuvo que huir en un balandro. En una ocasión echó los grillos al mar. Decían que era una macana pero según mi abuela era el hombre más bueno del mundo”.
Era bien parecido, gustaba ir de excursiones y se hacía acompañar de mucha gente, refirió.
Ignacio María González residió y murió en la calle Padre Billini esquina 19 de Marzo en una casa que alquiló en 1903 y en la que siguió residiendo la familia hasta 1978.
“No dejó ni una vivienda, no dejó nada en lo absoluto, no vivió en la miseria pero sí modestamente”, afirmó.
Recuerda que en ese domicilio lo visitaban simpatizantes, seguidores y amigos como Horacio Vásquez, Luis C. del Castillo, Antonio Hoepelman, Fabio Fiallo, Haim López-Penha, Miguel Gautier, Francisco Castillo, José María Cabral y Báez, Salvador B. Gautier, Amable Damirón, J. M. Bonetti y Clodomiro Arredondo.
Ignacio María nació en Santo Domingo el siete de enero de 1838, hijo de Ignacio González Infante y Francisca Santín Bustamante. Algunos dicen que nació en 1840 pero ese dato fue enmendado por Vetilio Alfau Durán en 1932.
Casó con Dolores Roselló y procrearon a Belén, Carmen Ignacia Leopoldina, Francisca Gabriela Anacaona, Ignacio Rafael Martín.
El expresidente murió el 8 de febrero de 1915.
“No esperábamos su muerte. Aunque tenía 85 años estaba lúcido y estable físicamente, fue una muerte fulminante. En la casa oyeron un ronquido que llamó la atención y cuando fueron ya estaba muerto”.
Su deceso, recordó Ligia, se avisó por medio de un volante.
A las honras fúnebres, en la Catedral Primada de América, asistió el presidente Juan Isidro Jimenes. El cadáver, envuelto en la Bandera Dominicana, fue seguido por funcionarios, el Cuerpo Diplomático y Consular, el poder judicial, la prensa, el Ayuntamiento, el comercio, las sociedades recreativas, “todas las clases sociales”. Miembros de la Cámara de Diputados cargaron el féretro en sus hombros mientras la Banda Militar tocaba la marcha de Choppin. Presidió los solemnes oficios religiosos el arzobispo de Santo Domingo, monseñor Nouel.
La calle. La calle en honor del expresidente fue durante años la Cuesta de la Atarazana que antes se denominó “Calle de la Herrería”, de “la Atarazana”, “Cuesta de las Atarazanas Reales” y “Juan Alejandro Acosta”, hasta 1917 en que se denominó “Presidente González”.
En la actualidad es una de las calles principales del Ensanche Naco, adonde fue trasladado el nombre. Nace en la “Manuel E. Perdomo” y termina en un “cul de sac” luego de la avenida Tiradentes.