Siempre se ha dicho que la libertad implica la capacidad de elegir. Posiblemente también guarde relación con el autocontrol, con gestionar, poner límite, decidir sus propias decisiones, o hacer lo que más le guste.
Para llegar a la libertad hay que ser consciente de la propia existencia. Vivir los por qué y los para qué. No puede ser libre quien no se conoce.
Pareciera que ahora somos más libres; tenemos y contamos con muchas formas de expresar nuestra libertad, elegimos democráticamente, transitamos por donde quiera, consumimos y con nuestra autonomía compramos momentos felices.
El bienestar, el confort y el estilo de vida dirigido hacia el goce pareciera que, son decisiones personales de cada uno de nosotros. Pero el nuevo marketing, la publicidad, el Internet, la televisión, revistas, el cine y los algoritmos, al final, son los que deciden su libertad; le marcan una tendencia, un comportamiento y le predicen las nuevas decisiones de compras, vacaciones, viajes, ropa, comida, música programas, compra de vehículo, lugares, personas y sistema de creencias con que usted alimenta su cerebro.
La nueva esclavitud posmoderna llegó para quedarse.
La neurociencia lo explica muy bien a través de las células espejos, del estímulo dopaminérgico, adrenérgico y de receptores estimulantes que le impulsan al consumo, al gasto del dinero plástico, a las deudas y vivir para el parecer.
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Existe una alarma por las deudas de los maestros y profesionales en sus cooperativas de ahorro endeudados por cirugía estética, aparatos electrónicos, viajes, vacaciones y costo no prioritarios.
Hay millones de personas esclavos de la “vida buena” del goce y la felicidad cortoplacista. Los hay adolescentes, jóvenes, adultos y personas mayores, atrapados en esa nueva esclavitud del consumo, la tecnología, las redes sociales, el mundo virtual, la visibilidad y la existencia del “éxito”.
Ahora nadie quiere pasar desapercibido, ser anónimo o entrar a la “cultura de los perdedores” sino tiene nada que demostrar.
Esa tal libertad no existe, está regulada, influyen en tu cerebro, dirigen las emociones, los impulsos, los comportamientos y los resultados de nuestra vida.
Literalmente hoy somos más esclavos, pero por gusto, con placer, seducidos y anonadados; libres de escoger lo que queremos y decidimos, pero también del coste, el sufrimiento, la ansiedad, el estrés y la depresión por vivir endeudado, limitado, al borde del colapso, tapando hoyos financieros y agujeros negros por malas decisiones.
El ser humano es menos libre, pero no lo sabe, no se da por enterado. Sencillamente no es dueño de sus hábitos, de sus costumbres y de sus propósitos de vida.
La libertad implica saber elegir sabiamente, sin hacer cosas que le impliquen ataduras financieras, existenciales, o que le impidan fluir en la vida, alcanzar el bienestar y la tranquilidad.
Si nosotros no aprendemos a gestionar las emociones, nos acabarán gestionando a nosotros, nos convertirán en robots, en personas esclavas que existen para el propósito consumista y del parecer; pero también para el narcisismo social.
La solución es el equilibrio, la equidad y la eficacia en poder vivir en armonía con usted mismo. Vivir el “aquí y el ahora”, los momentos felices, y buscar resultados perdurables de existencia con los detalles alcanzables y placenteros para usted.
Esa libertad implica ser consciente, ser responsable, racional y emocionalmente, de lo contario, está construyendo su propio cautiverio y esclavitud.