Prisionero del miedo

Prisionero del miedo

José Miguel Gómez

La curva vital de una persona funciona como un viaje, con atajos, experiencias, vivencias, aprendizajes, adversidades, aciertos, desaciertos que, juntos, construyen rasgos de la personalidad y propósitos de vida.

La crianza, la educación, la socialización con los grupos y las comunidades, van construyendo sistemas de creencias, comportamientos y resultados de vida que, a veces no logramos descifrar de forma consciente ni objetiva, sobre las limitaciones, razones, o los por qué de nuestras prohibiciones, desmotivaciones, miedos, temores al éxito o de falta de logros de vida y de propósito, para fluir en las diferentes áreas.

El miedo se convierte en la actitud emocional negativa de mayor influencia ante el fracaso, a la falta de intento en arriesgarse o de impulso para conseguir lo que se desea en la vida.

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Personas académicamente brillantes, el miedo escénico, el temor al fracaso, el tener que exponerse o presentar sus ideas en un grupo, le lleva a abandonar un puesto de trabajo; mientras que otras personas evitan presentarse a una entrevista de trabajo, viajar con un grupo no conocido, conocer nuevas personas, establecer un vínculo duradero; todo por el temor al abandono, al rechazo o sentirse no valorizado o no significativo por las demás.

Sin embargo, el miedo no llega solo, es un aprendizaje social que nos van construyendo en diferente espacio de nuestras vidas: la crianza, la educación, las creencias limitantes y distorsionadas, las prohibiciones temerosas, los mitos y tabús, los prejuicios, los traumas y abusos, las huellas emocionales no resueltas, el temor y miedo al fracaso de forma recurrente, pasar vergüenza o vivir culpas, etc.

El miedo, es la razón y la causa de tantas vidas limitadas, de falta de emociones positivas, de éxito, de resultados tangible y de logros con propósitos de vida.

La psicología del miedo se almacena en las amígdalas cerebrales, se reactivan y pasan a la memoria a través del hipocampo, de ahí al sistema límbico (emociones), para activar el sistema hipotálamo-adrenal, o sea, con el miedo se activa la adrenalina y noradrenalina, el sistema simpático, para la persona sentir la experiencia desagradable: palpitaciones, pérdida del control, mareo y nerviosismo.

Cuando el miedo se adueña de la anotomía emocional, activa los pensamientos parásitos y las personas viven rumiando en su cerebro las experiencias traumáticas no resueltas que les lleva a vivir de forma limitada, pesimista, conformista o conservadora, terminando por convertirse en “prisionero del miedo”.

En los sistemas dictatoriales, en la crianza rígida, en las limitantes socioculturales, y en los modelos de competencia por el éxito, algunas personas temen a los roles del desempeño no cumplido.

Qué hacer con el miedo: motivarse a buscar la ayuda psicoterapéutica, buscar lectura y apoyo psicosocial que sean oxigenante y de crecimiento para desmontar las creencias distorsionadas y limitantes que alimentan el miedo.

Elegir grupos de crecimiento sin actitudes tóxicas, ni prejuiciosas, donde se tolere la diversidad, la individualidad y los hábitos personales.

Para liberar el miedo, hay que identificarlo, ponerle nombre y apellido, las razones y causas, para confrontarlo de forma desensibilizada y progresiva, eligiendo una tarea, un día a la vez, pero ir fluyendo con la vida. La mayor satisfacción de una persona es haber superado sus miedos, temores y limitaciones. Después se sienten las emociones positivas, la sensación de bienestar, de satisfacción y de felicidad positiva.