Psicópatas funcionales

Psicópatas funcionales

José Miguel Gómez,

Es uno de los trastornos de personalidad que más daño causan a la familia, la pareja y la sociedad. Para mal, conviven en cualquier espacio, socializan en diferentes lugares y obtienen resultados socio-laboral y académicos que logran confundir a psicólogos y psiquiatras.

La historia la conocen los padres y hermanos, han tenido que convivir sus comportamientos de la niñez y adolescencia con hurtos, robos, transgresión a las normas, mentiras, irrespeto, desafíos, agresiones o violencia, manipulaciones, cinismo, chantajes y búsqueda de beneficios a como dé lugar.

Siempre fue el diferente de la familia, pero aprendió a sortear y lograr resultados basados en sus habilidades y destrezas, en los riesgos que asumía y en la capacidad de colarse en los grupos sociales que le acogían o controlaba para escalar en diferentes circunstancias.

A los psicópatas funcionales les gusta el poder, el estatus, el prestigio, la notoriedad, la visibilidad y las ganancias de resultado por encima de los grupos donde socializan. El cómo no importa, ni el cuándo, ni el para qué, ni reconoce los límites, ni siente miedo, ni sufren resaca moral, ni vergüenza ni pudo por las cosas que hace y, mucho menos arrepentimiento.

Su vida funciona con resultados, ganancias, beneficios y ascender para demostrar; para lograrlo, utiliza cualquier método: seduce, divide, miente, corrompe, engaña, compra, manipula, se victimiza y se despersonaliza.

Los psicópatas funcionales son persistentes, obstinados, con rasgos obsesivos y narcisistas, dos condiciones que les ayuda, junto al temperamento y carácter. Pero el tiempo es su peor enemigo, pues le delata y le quita la máscara; al igual que sus hábitos y conductas impropias.

Tienen dificultades para someterse a las normas, hacer lo correcto, definir valores, principios y ética en la vida existencial.

Conductualmente practican la maledicencia, pero de forma discreta, hacen daños sin hacer ruidos, debido a que son frio, calculadores, afable y cariñoso cuando desean un objetivo o una meta.

Emocionalmente son rencorosos, vengativos, se mueven entre el enojo crónico, el odio y la sed de cobrarse por cualquier diferencia. De ahí la ausencia de culpa, autocompasión, arrepentimiento o negarse hacer daño.
Sin embargo, nunca son sinceros, vinculantes, comprometidos ni apegados a una causa social o humana.

Sus hábitos son relativistas, minimizan sus actos, y desconoce el respeto y la consideración de la pareja, los amigos o los padres. Literalmente, es alguien incapaz de sentir compasión, admiración y respeto por los demás. Es un egocentrista, manipulador y buscador de ventajas y beneficios, pero, sobre todo, alguien con prótesis en el espíritu.

Es difícil de olfatearlo de entrada, su discurso puede ser entretenido, pero a la vez insustancial.

Los psicópatas funcionales son una verdadera trampa social, entretienen, distraen, envuelven y calculan cada paso y cada accionar. Si alcanzan poder y control en cualquier actividad se hacen autoritarios, déspotas, maltratadores, imponen, humillan y ridiculizan a sus contrarios o los que piensan diferente a su estilo de vida.

De todos los tipos de psicópatas, el funcional es el más peligroso, los demás, por sus crímenes, violaciones, conductas de alto riesgo, terminan siendo predecibles. Pero el funcional, deambula, vive y circula por el mundo, en cualquier sociedad, en diferentes grupos, con un estilo de vida que confunde con la normalidad esperada.

Solamente su auditoría existencial habla de sus trampas y autoengaño, de su falta de fidelidad y de compromiso con las normativas humanas.

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