*Punta Catalina*: Dios mío, ¿A quién le creo?

*Punta Catalina*: Dios mío, ¿A quién le creo?

Samuel Luna

*Punta Catalina*: Dios mío, ¿A quién le creo?. Somos expertos usando términos para engatusar y adormecer al pueblo dominicano. Días atrás, un médico me visitó para compartir y disfrutar un buen momento, luego me expresó que cuando fue a estudiar a México, se encontró con un mexicano,  y esa persona le sugirió visitar un lugar en México llamado Santo Domingo. El mexicano le expresó a mi amigo que si un día necesitaba cualquier tipo de documento falso debía visitar ese sector de dominicanos, Santo Domingo, ahí le hacían cualquier falsificación sin ningún problema.

Por generaciones hemos cultivado comportamientos tóxicos, malos hábitos, desviaciones y la práctica de acomodar las leyes para beneficiar los intereses personales, olvidando los colectivos. En la complicada y confusa obra termoeléctrica *Punta Catalina*, la cual se ha convertido en un laberinto espinoso, difícil de crear transparencia para todos aquellos que esperamos una solución duradera, segura y sin ataduras al sector privado.

En esas operaciones, no solo de este gobierno, también en los anteriores, podemos observar  la corruptela en el Estado dominicano, notamos la insensibilidad social, la débil institucionalización la cual se incorpora en cuerpos caribeños con tendencias  depredadoras, donde el tigueraje predomina en todas las transacciones que realizan los gobiernos de la República Dominicana. *Punta Catalina* se ha manejado de forma muy personal; reflejando así el compadreo que envuelve  el fraude sedativo de forma atractiva, y vendible.

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La central termoeléctrica ha producido muchos ángulos ciegos, creando en el pueblo dominicano una ceguera emocional que contrasta con la refulgencia que debe producir. Ha producido una miopía que no nos permite ver claramente la realidad, y esta inseguridad nos induce a una desconfianza total.

En el otro lado, los funcionarios y “servidores públicos”, han desarrollado un tipo de ceguera legal que no pueden ver ni escuchar  los consejos de expertos y técnicos en la materia, creando en la mayoría de los funcionarios un exceso de poder y autoritarismo. Esta ceguera colectiva nos genera una falta de gerencia, de confusión y de división en el pueblo dominicano; una cosa si sabemos: el pueblo ha discernido por ósmosis, que no puede confiar en las palabras de aquellos que han y están  dirigiendo el país.

La única luz que ha producido *Punta Catalina* es la que nos deja ver que somos una nación con un liderazgo político que no le importa el destino de la República Dominicana. Esas prácticas anti democráticas y pecaminosas han sido parte de todos los partidos convencionales que han logrado enquistarse en el poder y desde ahí convertirse en administradores directos de los bienes del Estado dominicano.

En un país donde las emociones dominan, donde las elecciones se compran, donde la educación se politiza, donde los partidos son empresas y están por encima del Estado, debemos hacernos la pregunta: ¿Qué garantía tenemos que Punta Catalina no se privatice?, ¿Qué garantía tenemos que sea administrada correctamente? ¡Ninguna!

Entonces, debemos buscar como pueblo una solución y rápida, porque escribir sin generar una solución es murmuración; por tanto, proponemos:

1. Identificar e invitar a un grupo de abogados competentes sobre este tema y que posean una sensibilidad social y una vocación de servicio.

2. Crear una sinergia con los sectores que promueven la justicia, la equidad y la transparencia, para servir de contrapeso y así generar una solución que perdure y que sea  satisfactoria para todo el país. De lo contrario, Dios mío, ¿A quién le creo?