Sao Paulo. En un día como hoy, hace exactamente un año, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva era encarcelado por corrupción y blanqueo de capitales. Su prisión abría un interrogante en Brasil y sacudía por completo el panorama político del país, ahora en manos de la ultraderecha.
El arresto del antiguo líder sindical, de 73 años, rediseñó el tablero político de la mayor economía de Sudamérica, dejó huérfano al progresista Partido de los Trabajadores (PT) y terminó de fragmentar a la ya debilitada izquierda brasileña.
La prisión no fue un impedimento para que Lula (presidente entre 2003 y 2010) prosiguiera con sus aspiraciones políticas y, tras una condena en segunda instancia, lanzó desde la cárcel su candidatura para las elecciones presidenciales de 2018.
No obstante, la Justicia electoral vetó la postulación del antiguo líder sindical cuando faltaba un mes para los comicios por su condición de preso y con sentencia confirmada en segunda instancia a 12 años y un mes de cárcel por recibir un apartamento a cambio de favores políticos a la constructora OAS.
La salida de Lula del escenario político roía la esperanza del PT de recuperar el poder tras la destitución de Dilma Rousseff en 2016 y allanaba el terreno de Jair Bolsonaro, quien hasta el momento era un diputado de bajo perfil conocido por un historial de incendiarias declaraciones de corte machista, racista y homófobo.