Por Julio Ravelo Astacio
Durante siglos pensadores, filósofos, médicos, intelectuales, han hecho intentos por definir de manera satisfactoria la palabra amor. Son tantos los aspectos que en la misma se involucran que resulta realmente difícil lograr una definición que abarque el sentir de todos.
No obstante, y a sabiendas de lo antes señalado, podríamos definirlo como el sentimiento afectivo intenso que se experimenta hacia otra persona.
A la persona a la cual están dirigidos estos sentimientos, hará cambiar las formas de expresión del mismo. Así, por ejemplo, serán distintas las manifestaciones y expresiones de amor a padres, hijos, familiares, vecinos, amigos, a ciertas formas de vida: amor al trabajo, al contacto con la naturaleza, a la riqueza. El amor al prójimo, defendido y estimulado por todas las creencias religiosas; el amor a Dios.
Dar y recibir amor es una capacidad de índole superior, para la que los seres humanos están dotados y, al mismo tiempo constituye una necesidad, ya que, una existencia sin amor supone un vacío en una parte importante de nuestra vida psíquica.
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Algunas personas insisten en decir que “fulano no quiere a nadie”, pero esta afirmación es incierta. Por más dura que aparente ser una persona, en el fondo desea ser querido y a su vez querer. Lo que ocurre es que, existen personas con escasa capacidad para manifestar sus afectos. Existe en ellos una pobreza afectiva, que les dificulta expresar sus sentimientos, dando la impresión de no importarles los afectos del otro.
En estos casos, casi siempre se trata de personas que han tenido un ambiente familiar con escasas manifestaciones de cariño y afecto, o que han recibido maltratos o violaciones en su niñez.
En el desarrollo de nuestras vidas vamos estableciendo relaciones interpersonales en las que vamos dando más o menos afecto en razón de la afinidad que sentimos por esas personas, de la intensidad y frecuencia de la relación, y de la reciprocidad afectiva que percibimos en ellos.
De forma más o menos inconsciente, damos cariño esperando que se obtenga una cierta resonancia en la persona querida, de tal modo que, esta persona nos de cariño a nosotros, lo que supone un reconocimiento, una reciprocidad y el establecimiento de un vínculo afectivo como puede ser la amistad duradera. Pero conviene resaltar que, muchas veces pueden dar afectos sin esperar nada a cambio, pero difícilmente prosperen estos vínculos en el tiempo si no existe un estímulo psicológico que refuerce el afecto que ofrecemos. Es que el amor demanda reciprocidad.
¿Queremos con el corazón o con el cerebro? Bueno para los fines románticos debemos quedarnos con las expresiones: “Te quiero con el corazón”, “mi corazón es tuyo” y no sustituirlos por términos reales de la actividad neuronal que nos llevarían a expresar: “te quiero con mi cerebro”, “todo mi cerebro es tuyo” “mis hormonas se alteran cuando a ti me acerco”. Aunque en los hechos el amor es una expresión esencialmente cerebral que se expresa con manifestaciones cardíacas.
Autores sugieren que, hasta 12 áreas del cerebro están involucradas en el momento del enamoramiento, de tal modo que, al mirar o pensar en alguien por uien nos sentimos atraídos, se libera en el cerebro una serie de urotransmisores como la adrenalina, dopamina, serotonina, oxitocina, asopresina.
El poder del amor es inconmensurable: retos, desafíos, conflictos, guerras, sacrificios, privaciones han sido desatados por ese inasible poder. Recordemos a Celine Dion, Whitney Houston en sus magníficas interpretaciones. Pero sin salir de nuestro terruño destacar el gran aporte mundial del maestro Rafael Solano y la excelente interpretación de Niní Cáffaro “Por Amor”. Raulín Rodríguez y Nathalie Peña Comas interpretaron de forma magistral “Esta noche”, con la dulce picardía propia de los dominicanos (as).
Esta semana en nuestro país estamos de San Valentín. Celebremos la fecha recordando que todos los días nuestras vidas deben estar dedicadas al amor y la amistad, poderosos elementos para unirnos y sentir cercanía, en la distancia.
Recuerde que querer es importante, pero no olvide que también lo es ser querido.
Establezca un equilibrio entre ambos aspectos y de seguro encontrará la armonía y el estímulo necesarios para seguir adelante. No olvide, el amor es difícil de definir, pero imprescindible para vivir.