Hasta el día de ayer, cuando sus abogados presentaron un documento a la jueza Kenya Romero solicitándole que separe su caso de los otros imputados para que la audiencia sea difundida al público, el exprocurador Jean Alain Rodríguez fue coherente con su discurso de solicitar que su caso fuera conocido de cara a la población para que esta tenga la oportunidad de conocer la verdad sobre las acusaciones que le hace el Ministerio Público, a lo que finalmente accedió la magistrada, que permitió que la prensa escuche su participación pero sin grabar lo que diga ni hacer fotos ni videos.
Desde un principio sus abogados le aconsejaron no permitir que la audiencia se televise, “pues un juicio abierto hace un tema mediático y no necesariamente a través de él sale la verdad”.
Pero se impuso la voluntad firme de su defendido, quien dijo y repitió que quería una audiencia abierta al público para que el país pueda tener la oportunidad de enterarse de muchas verdades que hasta ahora han estado ocultas. ¿Pero por qué la transmisión de esas audiencias se convirtió en tema de debate entre los representantes del Ministerio Público y los defensores de Jean Alain? Porque unos y otros son conscientes del peso que tendrán en el proceso los medios de comunicación, que serán los que informarán al gran público sobre las incidencias del espectáculo cuando el juicio sea oral, público y contradictorio, y las verdades que allí se digan serán del conocimiento de todo el que quiera escucharlas. Y dadas la expectativas que ha generado el proceso, el rating de esas audiencias está garantizado.
Desde luego, no es la clase de espectáculo o de “show mediático” en el que le hubiera gustado participar como protagonista al exprocurador, pero como en esta ocasión no le tocó escribir el guión ni escoger a los actores debe estar preparado, conocida la intención de sus acusadores, para el peor de los desenlaces, que por razones obvias excluyen un final feliz.