El mejor argumento, más allá de las obvias razones económicas, al que hubieran podido echar mano quienes han estado reclamando que se levante el “odioso toque de queda”, que según lo que acaba de anunciar el presidente Luis Abinader será desmontado de manera gradual en tres etapas, es que una parte de la población, esa que promueve y participa en los famosos teteos como si en ello le fuera la vida, nunca lo respetó, sin importar el curso que tomara la pandemia.
Esos sectores seguirán en lo mismo, ahora con mas fe, pues la anunciada desescalada lo que hará será reforzar un comportamiento que en los hechos constituye un boicot, en abierto desafío a la autoridad, a las medidas sanitarias para enfrentar la pandemia diseñadas por el Gobierno, que en ocasiones parece olvidar que es su obligación y responsabilidad hacer prevalecer el interés colectivo de una sociedad cansada de sufrir sus efectos económicos y emocionales.
Y como todavía no puede descartarse, como consecuencia de una desescalada precipitada, un tercer rebrote, como ayer advirtió el Colegio Médico Dominicano, que se opone a que se relajen las restricciones y se levante el toque de queda, sigue siendo preocupante la incapacidad del Gobierno para hacer respetar un protocolo de prevención que todavía es necesario, pues por ahí anda la agresiva variante Delta y todavía se desconoce si ya aterrizó en la República Dominicana.
Pero lo que más inquieta es que ceda tan fácilmente a las presiones de las redes sociales para que altere, modifique o ajuste sus planes de prevención, o que se muestre tan dispuesto a complacer las peticiones de estos, aquellos y los de más allá, aunque eso signifique adelantar un paso y eventualmente retroceder dos.
En contraste, le sigue faltando firmeza y determinación para meter en cintura a un sector de la población que, con su comportamiento, se ha propuesto que no despertemos nunca de esta pesadilla.