No es la primera vez que pasa, pero el ministro de Agricultura está convencido de que “sectores de la oposición política” están detrás de la decisión de productores agrícolas de botar sus productos como una forma de protestar por sus bajos precios y presionar al Gobierno, como ocurrió hace poco más de un mes con agricultores de Constanza a los que se les buscó salida a su cosecha de zanahorias luego de que tiraron a la calle varios sacos del vegetal.
Como suele suceder con ese tipo de denuncias , el funcionario no presentó pruebas de su acusación ni identificó a los “sectores políticos” que estarían azuzando a los productores para que incurran en esa práctica, que calificó de criminal.
Y aunque es muy probable que la acción de los productores de cebolla roja de San Juan que la pasada semana botaron parte de su última cosecha debido a que se les pudre en los almacenes solo aspiran a que se les ofrezca la misma solución que a los de zanahorias de Constanza, el funcionario insiste en su teoría de la conspiración, acusando a quienes se prestan para ese “reprochable e inhumano acto” de dañar la soberanía alimentaria del país.
Botar alimentos en un pobre y jodido país como este, donde hay tanta gente que los necesita, es en verdad un crimen, como afirma el señor ministro. Pero cuesta creer que una oposición en desbandada como consecuencia de los procesos de corrupción iniciados contra varios exfuncionarios de la pasada administración sea la que esté detrás de esas protestas, que como dije al principio no es la primera vez que se producen.
No siempre es buena idea, ni políticamente conveniente, culpar de todo a la oposición, pues en ocasiones como esta parece una excusa para no enfrentar las causas que provocan que miles de pequeños y medianos productores se encuentren quebrados o al borde de la quiebra. Y, sobre todo, dispuestos a cualquier cosa para llamar la atención de Papá Gobierno y su mano salvadora.