¡Qué verguenza! Que ocurra en un sindicato de motoconchistas o en una asociación de buhoneros se entiende y no sorprendería a nadie, pues a esos niveles los ánimos se soliviantan con facilidad para dar paso a la violencia, que nunca es una solución sino una forma de complicar aun más las cosas y a veces de manera irreparable.
Por eso el deprimente y desagradable espectáculo que acaban de ofrecer los grupos que se disputan el control de la Cruz Roja desde el fallecimiento de su exdirectora, Doña Ligia Leroux Ramírez, es tan vergonzoso; algo difícil de entender y, sobre todo, imposible de justificar.
Las crónicas de los periódicos cuentan que fue necesaria la intervención de agentes Antimotines de la Policía Nacional, que apresaron al menos a ocho personas, luego de que su exdirector irrumpió de madrugada en sus instalaciones junto a una turba armada de palos y piedras, con la pretensión de hacer cumplir una sentencia del Tribunal Constitucional que lo favoreció ordenando su restitución en la dirección de la institución.
El enfrentamiento dejó un saldo de tres heridos, trastornó los servicios que ofrece a la población, y dejó la sensación, en el ánimo público, de que muy mal andamos como sociedad que ya no se respeta ni a la Cruz Roja.
Poco importa si el señor Julio Diní Capellán, quien alega que ha sido favorecido con una sentencia que ordena su restitución, o quienes actualmente la dirigen, que argumentan que esa sentencia fue recurrida en apelación; no había ninguna necesidad de llegar a esos extremos tan lamentables.
Por eso es que al ver cómo unos y otros se están matando, literalmente, por dirigir la Cruz Roja, mucha gente se pregunta cuál es la “búsqueda” tan grande que hay en esa benemérita institución que ha sido motivo de semejante reperpero.