Para elegir cómo vivir, hay que elegir primero por llegar a conocerse. La confusión mental y el desequilibrio lo puede generar la ausencia del para qué se vive, cómo se vive y por qué se vive, tratando de buscar el significado a la razón existencial.
La vulnerabilidad en la salud mental empieza en la pérdida de la identidad, por los niveles de insatisfacción alcanzados y los valores relativizados, más la rigidez mental e inadaptabilidad con que se viva.
Las informaciones y las distracciones han saturado el cerebro de las personas. Millones lucen desenfocadas, sin prioridades, sin objetivos y sin metas, y con pobre sentido de vida.
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Lo incomprensible es cómo la sociedad actual ha integrado nuevos valores y los ha impulsado y defendido casi de forma adictiva: la autorrealización, la belleza, la juventud, el consumo, la competitividad, el éxito y el estatus social, como forma de sustentación existencial del bienestar y la felicidad.
La vida, el estilo de vida, los hábitos y costumbres también se han normalizado, condicionados y construidos a través del confort, los alimentos, las bebidas, las poses sociales y la forma de un nuevo lenguaje que ha llegado desde el tatuaje del cuerpo, consumir una droga, vivir y practicar una nueva sexualidad y asumir los referentes de otras culturas, generando una crisis en la identidad, en los valores y en la personalidad.
Décadas atrás, los valores eran generacionales, aprendidos y defendidos, como eran: el esfuerzo, la honestidad, el compromiso, la responsabilidad, la solidaridad, el altruismo, la bondad o el merecimiento social y personal.
Sencillamente, antes se consumía menos ansiolíticos, menos antidepresivos, menos hipnóticos y sedantes.
Se podría decir que las personas vivían de forma más sencilla, con menos presión de consumo, menos confort y menos información y tecnología; pero se poseía más fuerza en el espíritu y en las emociones.
En pocas décadas, el mercado, el consumo, la masificación y la inteligencia artificial y el dinero plástico, han posibilitado el apostar a tenerlo todo desde tu propia casa, produciendo nuevas patologías mentales como son: adicción a las compras, a la pornografía, al dinero, a la tecnología, a la socio-sexualidad y a la ciber-sexualidad, pero sobre todo a la soledad.
Millones de personas viven la soledad en compañía, la salud mental y las cirugías plásticas se han puesto de moda. El escapismo, el refugio en las cosas banales y superficiales, sin contenido e insustanciales, son
los que utilizan para distraerse. A demás, el presentismo y la búsqueda de notoriedad y el nuevo éxito ha marcado el destino y la razón de vida en occidente.
Cada persona debe ser responsable de sus propias decisiones de vida; saber cómo quiere terminar, cómo desea ser recordado y quiénes son sus compañeros de viaje; sobre todo, conocerse y asumir sus razones y motivos de vida; su resultados y valoración de lo que necesita, ama, defiende, se compromete y se sostiene para comprender su propia existencia.
Las personas deben de revisar sus actitudes y educar un cerebro reflexivo. Son las que logran vivir con propósito y con una filosofía en aprender a vivir. Las personas inmaduras e influenciables viven la vida del mercado, de las circunstancias y de las nuevas culturas.
Sin embargo, otras personas se refugian en el pasado y en sus huellas somáticas o sombras. En resumen, debe preguntarse: ¿Quién elige cómo vivir la vida?