Las personas sin darse cuenta y sin proponérselo han ido perdiendo su libertad, su autonomía, sus decisiones y hasta su propio resultado de vida. El malestar general es, la incapacidad para conocerse a sí mismo, o mantener el enfoque o decidir su propio proyecto de vida que vaya en consonancia con sus objetivos y metas. A millones de personas les dirigen la vida, les influencian y les controlan, o les manipulan y no se dan por enterado.
Habría que preguntarse: ¿por qué voy a una religión? ¿Quién decidió el tipo de vehículo o consumo? ¿Cómo se decide dónde viajar? ¿Por quién votar en unas elecciones? O ¿las decisiones y los comportamientos quién los influye? Hoy sabemos que las personas presentan problemas con su identidad psicosocial, con sus hábitos y su estilo de vida.
Lo que hoy reina en las personas es la confusión, el miedo, la angustia, la soledad y el vacío existencial. El camino que han encontrado las personas como respuesta ha sido el escapismo, el entretenimiento, la distracción o el autoengaño a través de redes sociales: facebook, messenger, whatsApp, netflix o youtube.
Las decisiones personales y sociales no la deciden las personas; como tampoco tienen el poder de elegir y decidir su propio destino. Ahora los algoritmos, el marketing, las redes sociales y la cultura dominante, crean las condiciones, las influencias, las tendencias y la predicibilidad de las sociedades.
Ellos deciden las emociones, y también las decisiones, o sea, tienen el poder. Duele reconocerlo, pero lo observo en los acompañamientos psicoterapéuticos, de cómo las personas se dejan manipular, dirigir y hasta se hacen vulnerables o riesgosos por las influencias.
Los cambios del poder han sido tan rápidos y de impacto sociocultural y socioeconómico que, han dejado que sea el mercado, el mundo financiero, el neuromarketing y la inteligencia artificial que ponga y crea las necesidades y decidan cómo deben pensar las personas, de qué deben ocuparse y qué deben simplificar, minimizar o ser indiferente.
Por ejemplo, la covid-19 puso en evidencia el negocio de la salud, y de cómo los Estados habían abandonado los sistemas sanitarios. Pero también, observamos un mundo financiero desorganizado y sin ética alguna; una inflación dirigida, impuesta por las grandes economías que regulan el mercado.
Los problemas psicosociales, humanos, de desigualdades, pobreza e inequidades se van a crecentar en toda Latinoamérica. Sin importar los giros políticos hacia centro izquierdo. El crecimiento de las economías no tiene resultado en el desarrollo de la sociedad, ni de las personas.
No se trata de ser pesimista. EE.UU. por ejemplo, se encuentra en la encrucijada de mandar a la calle a decenas de familias al no poder pagar alquileres, o no tienen empleo, ni salud, ni capacidad de consumo.
El impacto en la salud mental es desastroso; lo que se vislumbra son: aumento de depresión, suicidio, homicidios, violencia social, asaltos, bandolerismo y salvajismo en el concepto de la convivencia.
Al poder de la inteligencia artificial poco le importa esos resultados. Su existencia y creación es para desplazar al humano, y robotizar los servicios y el trabajo.
Las personas van a depender de la tecnología, las máquinas, las finanzas y el libre mercado. La felicidad y el bienestar formarán parte de aquellas personas que decidan ocuparse un poco de su libertad, autonomía y automerecimiento para vivir hacia su propia elección personal y algo de poder en sus decisiones.