Por: Rossanna Figueroa
Al recordar con pesar todavía hoy, el 24 aniversario del fallecimiento del doctor José Francisco Peña Gómez, lo primero que llegó a mi mente fue la llamada que recibí de mi editor jefe en el periódico Hoy, Gustavo Olivo Peña, poco después de las 5:00 de la madrugada, informando que saliera más temprano para el diario, porque Peña Gómez había muerto.
Como yo, igual llamada recibieron mis dos compañeras del equipo de política en ese entonces, Altagracia Ortiz Gómez e Ivonne Ferreras; y así fue, más temprano que lo de costumbre, estábamos en la redacción, para armar el plan de cobertura que iniciaba en Cambita, San Cristóbal.
Desde ese día, 10 de mayo y hasta el día 13, de 1998, muchas fueron las escenas de dolor que presencié en el Estadio Olímpico, en donde fueron expuestos sus restos mortales. En ese lugar se quebraros las barreras de las diferencias sociales: es que a Peña Gómez lo lloró todo un pueblo.
Tres días de manifestaciones de dolor y cariño a un líder político que logró entrar en el corazón de la gente y conquistar espacios de liderazgo en las esferas de la política internacional, como nadie lo había hecho hasta ese momento.
Ante su féretro desfilaron muchos, para honrar su vida y su memoria: uno de los que marcó esa cobertura fue Felipe González, expresidente del Gobierno español, quien dijo: “Peña Gómez, yo te quiero como amigo, y te deseo que la tierra te sea más leve que lo que te fue la vida, que pese menos sobre ti que la carga que has llevado siempre sobre tus hombros. Querido Peña Gómez, has ganado siempre, incluso cuando perdías, porque ganabas en el corazón de ese pueblo que sabe que tú eres el presidente de los dominicanos desde hace muchos años. Tu eres el presidente en el corazón de este pueblo y lo seguirás siendo. Ojalá tu partido y tu gente esté a la altura de tu corazón y de tu generosidad”. Sin dudas, erizó la piel de todo el que allí estaban y de la audiencia a través de la radio y la televisión.
Luis Abinader llama a honrar memoria de José Francisco Peña Gómez
El Estadio Olímpico Juan Pablo Duarte y las calles y avenidas que les circundan, se convirtieron de forma espontánea en escenarios de dolor, y más adelante al momento del traslado hasta el Cementerio Cristo Redentor, todo un pueblo se volcó con gestos y expresiones de dolor a expresar sus respetos a quien ya había pasado de una vida a la otra.
Todavía recuerdo con emoción el momento cuando la caravana transitaba por una de las avenidas de la capital, con miles de personas a pie y en todo tipo de vehículos acompañando al féretro, ocasión en que una paloma se posó sobre el carro fúnebre repleto de flores.
Ahí la inventiva popular cobró creatividad: “Ese es el espíritu del líder”, decían muchos, y pese al ambiente caluroso y el fragor de la gente, la paloma permaneció allí por largo rato.
Hoy en la historia. Muere José Francisco Peña Gómez
Justo al tomar el trayecto final, en la avenida Monumental, que da al Cementerio Cristo Redentor, el joven dirigente de la Juventud Revolucionaria, Orlando Jorge Mera, se acercó al vehículo de prensa del periódico Hoy en el que hacía la cobertura, una camioneta de doble cabina, y me dijo: ¿Podría subir un rato a la camioneta, tengo dolor en los pies?
Acto seguido, contesté que sí y subió. Le ofrecí ir en la parte de la cabina, que tenía aire acondicionado, pero prefirió ir junto a nosotros en la cama de la camioneta. Se retiró los zapatos, en busca de alivio y dejó al descubierto las ampollas que se les habían hecho tras el largo recorrido a pie.
Muchas podrían ser las historias que podrían formar parte de este y otros Episodios, pues, tras tres días de velatorio y un sepelio popular, como fue el del doctor José Francisco Peña Gómez, el ingenio popular estuvo allí más que de manifiesto, pero, sobre todo, el amor, respeto y la curiosidad de la gente por estar presente y ser también protagonistas de lo que allí pasó.