Reflexiones a la Zurda |Trujillo, una y otra vez

Reflexiones a la Zurda |Trujillo, una y otra vez

“El camino hacia la dominación totalitaria pasa por muchas fases intermedias, para las cuales podemos hallar numerosos precedentes y analogías. El terror extraordinariamente sangriento de la fase inicial de la dominación totalitaria sirve, desde luego, al propósito exclusivo de derrotar a los adversarios y de hacer imposible toda oposición ulterior; pero el terror total comienza sólo después de haber sido superada esta fase inicial y cuando el régimen ya no tiene nada que temer de la oposición.”  

Hanna Arendt, Los Orígenes del Totalitarismo

La sociedad dominicana está llena de máscaras de carnaval y de carnavales cotidianos que disfrazan la realidad concreta de colorido y alegría efímera. Los dominicanos y dominicanas bailamos al ritmo de los medios y los medios bailan al ritmo de las censuras autoimpuestas y dirigidas, la verdad en sus diversos matices se diluye en chismes de coyuntura, noticias de lleva y trae o fotografías de genuflexión enlatada. Seguimos siendo una sociedad artesanal, inmadura y condicionada por intereses ajenos a nuestro proyecto de sentires y saberes comunes. El pasado, sobre todo la forma en que nos ha sido relatado e interpretado desde los altares de la pseudohistoria no es una excepción a la regla, de hecho, se ha convertido en la palanca desde la cual el castillo de los privilegios y ventajas se erige triunfador.

El Trujillismo fue un proyecto megalómano, déspota, criminal y corrupto, pero no llego en paracaídas al control absoluto del Estado y de la sociedad dominicana en su conjunto, ningún hecho histórico es fruto exclusivo de si mismo. El Trujillismo fue el producto de patrones y prácticas de poder muy arraigados en las elites sociales y económicas dominicanas de siglo XIX e inicios del XX, acostumbradas a fomentar y financiar caudillos y a coexistir con ellos hasta donde no lesionaran sus intereses de clase, así como fue producto de los intereses imperiales de los Estados Unidos en el Caribe (se nos ha olvidado llamarles a las cosas por su nombre).

El Trujillismo como expresión de poder jamás hubiera sobrevivido a su golpe de estado del 23 de febrero de 1930 si no hubiera contado con el apoyo y la sociedad de un sector importante de adversarios de Horacio Vásquez primero, y luego de aquellos que se vieron beneficiados económica y políticamente de su dinámica de acumulación y distribución de poder, dinero y ventajas comparativas. Hablar de dictador y dictadura sin hablar de sus cómplices y de los procesos políticos, sociales y económicos que le dieron aliento y perpetuidad por treinta y un años es uno más de nuestros carnavales de caretas, el del fraude histórico y su danza de sesgos de interpretación y asignación de personaje y héroe favorito según sea quien escriba y para quien escriba la historia.

El Trujillismo engendro la muerte de su máximo representante a manos de gente cercana al régimen y beneficiara de este, pero no completo la tarea (no podía y no quería completarla), la hidra de siete cabezas devino en nuevos “ismos” con rasgos de identidad propios, pero con prácticas autoritarias, machistas y corruptas similares. El caudillo fue sustituido por otros caudillos (en el gobierno y fuera de él) y las instituciones se disfrazaron de una democracia de formas y funcionalidades condicionadas para los ganadores de siempre. Muerto el Trujillismo, viva el Trujillismo. Sesenta años después, seguimos llamando héroes a golpistas, a sujetos que masacraron pueblo en la operación limpieza en 1965 y ladrones de minas de oro después. Todavía, a sesenta años en la ficción que algunos llaman “República” Dominicana, nos cuesta llamar a los sujetos históricos y sus hechos por su nombre verdadero, aún a sesenta años no hemos terminado de matar el fantasma, porque a Trujillo no lo mataron, a Trujillo lo sustituyeron.